fuera de juego

El final de la mafia que durante 41 años gobernó la FIFA y se apropió del deporte más popular del mundo. Una red de corrupción y sobornos que llegó hasta el Perú, y que apenas empezamos a descubrir.

El otro 'jogo bonito'

La corrupción en la FIFA lleva una huella brasileña heredada de Joao Havelange.

Domingo 13 de diciembre del 2015

La cintura y la quimba con que los dirigentes mundiales más poderosos evadieron la justicia por tanto tiempo lleva en su esencia mucho del ‘jogo bonito’ brasileño. Para pertenecer a la FIFA había que saber bailar.

el nuevo mundo

Inventores y comercializadores del deporte rey, los europeos – ingleses y franceses, en su mayoría– supieron extender el juego, pero nunca explotaron todo su potencial. El suyo era un modelo oligárquico y racista, y Sudamérica apenas peleaba su cuota de poder gracias a su pujanza futbolística.

En 1974, la cantidad de federaciones no europeas afiliadas volvió insostenible el modelo, y Joao Havelange aprovechó la oportunidad. Hijo de un comerciante de armas belga, Havelange había sido nadador y waterpolista olímpico antes de ser presidente de la Confederación Brasileña de Deportes (hoy CBF) y miembro del Comité Olímpico Internacional (COI).

Al modo brasileño de hacer negocios, Blatter incorporó un secretismo suizo a prueba de denuncias.

Para ganar, Havelange apeló a su base sudamericana y a los países en proceso de descolonización en África y Asia como contrapeso a la élite europea representada por el británico Stanley Rous, un apologista del apartheid. Ya como presidente, Havelange planteó un comercio dinámico a la brasileña, donde los intereses personales, políticos y profesionales se mezclan con facilidad. Consiguió el apoyo de Coca-Cola para el primer Mundial Sub 20 (Túnez 1977) y estableció una alianza con la firma Adidas. Ambos patrocinios se sostuvieron en el tiempo, atrajeron nuevos contratos y aseguraron el futuro de la FIFA.

Con el dinero cada vez más abundante, Havelange ganó votos en un sistema de paternalismo clientelista. Aumentó los cupos mundialistas de 16 a 32, distribuyó certámenes mundiales de menores entre los países del Tercer Mundo y repartió dinero ‘para el desarrollo’ sin fiscalización alguna. El director de desarrollo encargado para estrechar esos lazos era el suizo Joseph Blatter.

¿yala o nola? la selección de la mafia
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roba pero hace obra

Havelange fue presidente hasta cuando quiso (1998) y Blatter pensaba hacer lo mismo. A la manera brasileña de hacer negocios, el nuevo mandamás incorporó un secretismo suizo a prueba de las peores denuncias. Antes de las elecciones del 2002, su propio secretario general, Michael Zen-Ruffinen, lo acusó de liderar una red de corrupción dentro de la organización. Blatter fue reelegido y lo despidió. Una investigación periodística reveló que la elección de 1998 había sido comprada, pero el ente rector barrió los asuntos bajo la alfombra.

En el 2010, el periodista británico Andrew Jennings descubrió que ISL, la empresa dueña de los derechos de televisión de los mundiales entre 1986 y 1998, era realmente el banco de los sobornos, que la hicieron colapsar en el 2001 con cientos de millones de dólares en deudas. Ricardo Teixeira (CBF), Nicolás Leoz (Conmebol) y Havelange –entonces presidente honorario– fueron los involucrados, y Blatter tuvo que dejarlos ir para conservar su puesto. Un sistema que reparte miles de millones a las asociaciones nacionales para su ‘desarrollo’ no auditado siempre le permitiría hacer nuevas amistades.

Make it rain. En junio pasado, Blatter recibió la lluvia de millones de un bromista que quiso comprar la Copa del Mundo del 2026 para Corea del Norte.

una familia, una mafia

La FIFA se convirtió en un conglomerado sin Estado que se enriqueció a costa de empresas privadas, políticos locales y países en busca de un empujón de marca. Felices con los favores, gran parte de los 209 miembros nunca vio la necesidad de reformar el sistema. Para adentro era una familia; fuera de la burbuja de Zúrich parecía una mafia.

“Mi única duda en el uso del término es que es casi insultante llamarla mafia, que nunca habría sido tan descarada, abierta y arrogante en su corrupción”, aseguró el senador estadounidense Richard Blumenthal en una audiencia sobre el Caso FIFA. Ahora que sus mesas directivas lucen cada vez más sillas vacías en señal de los caídos, los sobrevivientes apuran reformas antes que los alcance la justicia.

Si la ley suiza decidiera que la FIFA es un sindicato del crimen –como parece creer la fiscalía estadounidense–, podría demandar su liquidación. La fiesta se acabó.

créditos

investigación y textos:
liliana michelena
juan aurelio arévalo
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diseño y desarrollo web:
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