Editorial El Comercio

En el Perú del 2023 ninguna persona debería morir por una enfermedad que puede ser tratable si se diagnostica a tiempo y si las autoridades despliegan las acciones que ya se conocen para reducir su incidencia. Este es el caso del . En ese sentido, que un peruano pierda la vida por culpa de este mal es una señal de alerta que no deberíamos ignorar. Pero que 176 de ellos lo hagan en apenas seis meses es un drama humano que debería mover a cualquier autoridad a tomar acciones urgentes para cortar esta estela de fatalidad.

Desde hace algunas semanas es innegable que el dengue en el país. En apenas seis meses los casos acumulados (119.533) van camino de duplicar el total registrado en todo el 2017 (68.290), cuando ocurrió el último gran pico de la enfermedad. Con la salvedad aparente de Apurímac, la enfermedad está presente en todas las regiones del país y en algunas ha forzado una situación crítica.

En Lima, por ejemplo, que es una plaza a la que el dengue no suele castigar históricamente, los casos registrados hasta esta semana ya rozan los 14.000. En Lambayeque, por otro lado, la cifra llega hasta los 11.999 y en Ica, hasta los 10.820. Pero el drama mayor se encuentra, sin lugar a duda, en Piura, donde la cantidad de enfermos por dengue ya supera los 35.000 casos y los fallecidos ascienden a 58. Es, por decirlo de otra manera, .

Como han registrado varios videos difundidos en los medios de comunicación y en las redes sociales en las últimas semanas, los hospitales piuranos han colapsado. Muchos pacientes terminan siendo apilados en los pasillos ante la falta de espacios para tratarlos adecuadamente, otros deben aguantar largas colas para ser atendidos y los medicamentos tanto en los nosocomios como en las farmacias. Según ha reconocido en conversación con este Diario el decano del Colegio Médico de Piura, Christian Requena, “ni en el peor de los escenarios considerábamos tener esta cifra”. “El Ministerio de Salud dice que está todo controlado, [pero] no existe una mirada real de la situación, cada región es diferente”, alertó.

Ante este panorama, el Gobierno Regional de Piura ha anunciado que implementará para atender a los infectados y que se reutilizarán los espacios que fueron acondicionados durante la etapa más convulsa de la pandemia del para tratar ahora a los enfermos de dengue. La pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué se tardaron tanto? Más aún tomando en cuenta que esta epidemia podía preverse, como más de un especialista ha anotado en las últimas semanas.

Es cierto que una gran parte de la responsabilidad la tienen los gobiernos regionales que, instalados recién en sus puestos a inicios de año, no le han dado la importancia necesaria a acciones que podrían haber detenido el avance del dengue, como las campañas de fumigación o la eliminación de residuos en los que se puede empozar el agua y, por consiguiente, convertirse en un depósito para los huevos del mosquito que transmite la enfermedad. Pero también es cierto que el Ministerio de Salud no ha tenido los reflejos que la situación amerita, que su respuesta viene siendo claramente tardía e insuficiente, y que la contención de esta epidemia no ha estado entre las prioridades del gobierno de la presidenta . En buena cuenta, Piura está en estado crítico sin que a las autoridades esto parezca quitarles el sueño.

Uno pensaría que luego del drama que supuso la llegada del coronavirus a nuestro país en el 2020 y de la forma cómo nos golpeó con especial crudeza motivaría un cambio profundo en nuestra clase política y en las prioridades de quienes nos gobiernan. La manera en la que estamos afrontando este azote del dengue, sin embargo, viene revelando que, en buena cuenta, no hemos sacado las lecciones correctas. Y muchos peruanos que han fallecido producto de una enfermedad que no debería ser mortal han pagado las consecuencias.

Editorial de El Comercio