José Carlos Requena

Una palabra puede resumir el año que va llegando a su fin: deterioro. Este hecho no deja de ser una ironía, especialmente, por las marcadas expectativas que se tuvieron sobre todo en las primeras horas que siguieron al , hace algo más de un año.

En ello, seguramente, tuvieron que ver la convulsión social y las bajas materiales y humanas que acompañaron la instalación del nuevo régimen, liderado por Dina Boluarte. La evidente mejora que significó la mayoría de los nombramientos en los distintos sectores no fue suficiente para desplazar el pesimismo, que hoy parece ya crónico e inalterable.

Quizá una cifra que resume dicho deterioro es la bajísima aprobación que recibe la jefa del Estado, ya instalada en un dígito, menos de la mitad de la cifra inicial. Solo considerando Ipsos, el número ha pasado del 21% al 9%. Si sirve como referencia, el peor momento de Castillo fue cuando tuvo un 19% de aprobación, en abril del 2022. Coherentemente, Boluarte es percibida, muy de lejos (38% vs. 11% correspondiente a Castillo), como el , según una encuesta de Datum para El Comercio (27/12/2023).

El Congreso, en tanto, ha pasado de la contención que significaba guardar algo de compostura en materia económica y evitar un escenario que propiciara una asamblea constituyente –algo a lo que Castillo y sus aliados nunca terminaron de renunciar– a un ánimo que favorece claramente algunas agendas subalternas.

En ello, la atención debe centrarse más en los cambios concretos que en acciones que hacen mucho ruido por nada. Así, por ejemplo, las investigaciones que forman parte de la mediática Operación Valkiria V parecen menos relevantes que la aprobación de leyes como aquella que limita la colaboración eficaz.

Ni qué decir de la economía, un frente que recién pasa la factura plena de lo que fueron los breves meses que duró Castillo en el cargo. Las cifras que evidencian el deterioro abundan, pero quizá la que proporcionó el BCR el último fin de semana puede ser ilustrativa: “Se contempla una caída de la actividad económica de 0,5% en el 2023, en contraste con el crecimiento de 0,9% previsto en el reporte de setiembre” (“Reporte de inflación”, diciembre 2023).

Es en este rubro en el que, a pesar de todos los esfuerzos que se hagan, se nota más la inevitable continuidad. Al final de cuentas, tanto la presidenta como su actual ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, fueron parte del gobierno previo. Ella fue ministra de Desarrollo e Inclusión Social por casi la totalidad del mandato de Castillo y él fue viceministro de Economía de los tres MEF que tuvo Castillo (Pedro Francke, Óscar Graham y Kurt Burneo).

Todo este panorama hace entendible que, según una encuesta de Ipsos para Apoyo Consultoría, tres de cada cuatro peruanos consideren que el Perú “está retrocediendo”. La firma precisa que “esta sensación de retroceso es la más elevada desde 1990, por encima de otros momentos de crisis, como la pandemia, la crisis financiera del 2008, e incluso el período de ajuste posterior al ‘shock’ económico implementado en el gobierno de Fujimori”.

La situación resulta particularmente desafiante. Para superarla, hace falta no solo admitir la situación real de las cosas y dejar la impostada confianza que han exhibido los principales líderes políticos, sino también establecer una agenda mínima que devuelva la confianza. En ello, son más importantes las acciones y los pasos concretos que el verbo lleno de lugares comunes y arengas tribuneras. En breve, hace falta desplazar el absurdo optimismo y hacer espacio a un necesario sentido de urgencia, que contenga y revierta el creciente deterioro.

José Carlos Requena es Analista político y socio de la consultora Público