Editorial El Comercio

Al momento de analizar la coyuntura económica y ofrecer proyecciones sobre su evolución, el Ministerio de Economía y Finanzas () se mueve en un equilibrio complicado. Su evaluación debe ser lo suficientemente objetiva y rigurosa como para preservar credibilidad, pero a la vez cuidarse de no trasmitir un mensaje de pesimismo o inevitabilidad que dañe las expectativas.

No queda claro hasta qué punto ha sido exitoso el ministerio liderado por Alex Contreras en este balance. Según mencionó el titular de la cartera a inicios de agosto, luego de un pésimo primer semestre, la peruana habría repuntado en julio. “En julio, nuevamente, la economía retoma la senda de . Vemos una forma de ‘W’, primera caída asociada a la conflictividad, pero con rápida recuperación, y luego una segunda caída asociada a El Niño y sequías, pero con una recuperación también”, manifestó en conferencia de prensa.

Sin embargo, la información revelada por el INEI esta semana cuenta una historia muy diferente. Julio, en términos de crecimiento interanual del PBI, fue el segundo peor mes del año, con una contracción de 1,29% (en mayo la caída fue de 1,32%). Sectores como agricultura, manufactura, pesca, construcción y otros vieron números negativos. La anunciada recuperación de la segunda mitad del año nunca empezó.

El mismo día en que el INEI publicaba estas estadísticas, el Banco Central de Reserva del Perú corregía fuertemente a la baja sus estimados de crecimiento del PBI para el 2023; si en junio el ente emisor anticipaba una expansión de 2,2%, en setiembre la cifra esperada es 0,9%.

Como menciona el MEF, esta tasa baja es, en buena parte, reflejo del impacto de las protestas sociales de inicios de año y de los fenómenos climáticos de los últimos meses, pero haría mal el ministerio en no asumir responsabilidad –y liderazgo– en magros resultados que van más allá de estos factores exógenos. Y hace peor aún en anticipar recuperaciones económicas que la evidencia no respalda.

Discursos triunfalistas ante una realidad en progresivo deterioro no solo restan credibilidad, sino que hacen imposible tomar las medidas necesarias para enmendar el rumbo. Llegado setiembre, el Gobierno ha tenido ya tiempo más que suficiente para poner en marcha un esquema de recuperación económica solvente, pero este no se ve hasta ahora. Además, con un muy posible fenómeno de El Niño (FEN) global entre moderado y fuerte tocando las puertas del país, la necesidad de acción es inmediata.

Considerando el crecimiento poblacional, es muy posible que este año el PBI per cápita de los peruanos –una medida de los ingresos promedio– sea menor que el del año pasado, y en consecuencia que la pobreza aumente.

El Gobierno lógicamente no puede hacer nada para evitar las lluvias que podrían caer sobre el norte del país o las sequías que podrían llegar al sur, pero sí tiene un rol en destrabar proyectos de inversión públicos y privados, en promover un clima favorable para la contratación formal, en dotar de resiliencia a aquellas familias y productores agrarios con mayor riesgo de impacto por el FEN global, y en decenas de aspectos en los que puede marcar la diferencia. No basta con lamentarse por los eventos fortuitos y esperar que las cifras mejoren solas. Una sucinta revisión del último reporte del INEI es más que suficiente para comprobarlo.

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