Editorial El Comercio

Pocas cosas más denigrantes para un ‘padre de la patria’ que ser retenido en un aeropuerto local cuando trataba de viajar al extranjero por tener impedimento de salida.

Eso, sin embargo, fue exactamente lo que le sucedió este sábado 24 al parlamentario de Acción Popular cuando intentaba coger, junto con varios colegas suyos, un vuelo a China para asistir a una feria tecnológica en Shanghái. El legislador tiene en –región a la que representa– un proceso abierto por el presunto delito de peculado doloso, y el 9 de este mes dejó de acudir a una audiencia judicial, por lo que fue declarado reo contumaz.

Así las cosas –y habida cuenta de que los hechos materia del proceso se produjeron antes de su elección como congresista y no gozaba de inmunidad–, el congresista no solo fue impedido de viajar, sino que desde el aeropuerto Jorge Chávez se lo trasladó a una delegación judicial en San Juan de Lurigancho para que se le efectuara el reconocimiento médico legal de rigor. Posteriormente, Flores Ancachi fue trasladado a una comisaría de Puno, en donde permaneció hasta ayer, cuando el Poder Judicial declaró el cese de su condición de reo contumaz y fue puesto en libertad. Entre tanto, la sesión inicial del juicio oral que se le sigue al legislador (por un caso de planillas falsas en el Gobierno Regional de Puno, que data del 2009) ha sido reprogramada para el 21 de julio.

Al recobrar su libertad, Flores Ancachi atribuyó su inasistencia judicial a un error de su defensa técnica y declaró: “Creo que con esto se aprende”. Anunció también que hoy martes viajará de todas maneras a China. “La feria recién empieza y tengo responsabilidades”, señaló. Eso, no obstante, no hace que se desvanezca el bochornoso episodio que todo el país, empezando por sus electores, lo ha visto protagonizar y que, de alguna manera, contribuye al deterioro de la imagen general de la actual representación nacional.

Lo ocurrido, además, ha traído a la memoria el hecho de que el mismo legislador fue vinculado a presuntos actos ilícitos en el denominado caso de ‘Los Niños’ y, en marzo de este año, finalmente blindado con el voto de 60 de sus colegas frente al pedido de suspensión por 120 días que había recomendado para él la Comisión de Ética. Se trata, por cierto, de dos casos distintos, pero es indudable que la situación en su conjunto traza una imagen penosa de principal implicado en ella y de sus apañadores. Si la contumacia consiste en una obstinación en el error, habría que decir que la que le fue atribuida a Flores Ancachi contagió a estos últimos. Y, en buena cuenta, al en su conjunto.

La vergüenza, sin embargo, daría la impresión de ser un sentimiento contra el que se han vacunado en el palacio de la plaza Bolívar. Solo así se explica, por ejemplo, el morro que una mayoría de los miembros de la Comisión de Ética se ha gastado hace poco al blindar también a varios de sus colegas mochasueldos, al canjear el pedido de suspensión que pesaba sobre ellos por una simple amonestación y una multa equivalente a 30 días de salario.

La falta de rubor, por otra parte, alcanza asimismo a los partidos que llevan en sus listas a candidatos de estas características. Como hemos anotado repetidas veces en esta página, las organizaciones políticas que postulan en un proceso electoral a determinado aspirante a un cargo de representación pública están diciéndole a la ciudadanía que esa persona les parece idónea para desempeñarlo, y después no pueden desentenderse de las consecuencias. Sobre todo cuando, como en esta ocasión, los problemas eran anteriores a la incorporación a sus listas parlamentarias. Silencio y blindaje son, en realidad, dos formas de complicidad en trances como este.


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