Editorial El Comercio

El Comercio cumple hoy 184 años. Años que, en muchos casos, fueron agitados y duros para el país en general y para la prensa en particular, y que, por eso mismo, nos llevaron a asirnos a las banderas que fueron nuestra razón de ser desde el principio. Dos son, en efecto, los principales lemas que hemos enarbolado a lo largo de nuestra prolongada existencia: el primero, que llegó con nuestra fundación, fue el de “Orden, libertad, saber”, y el segundo, que nos acompaña hasta estos días, es el de “Independencia y veracidad”. Sobre este último, que tiene ver con la forma en que desempeñamos nuestra tarea, hemos reflexionado en múltiples ocasiones, ya sea para recordar los años oprobiosos de la usurpación velasquista o para conjurar las permanentes amenazas que se ciernen sobre la prensa, gobierne quien gobierne.

El primero, en cambio, tiene que ver con valores asociados al funcionamiento de la comunidad que todos los peruanos integramos y ha sido menos recordado en estas páginas. Pero en realidad nos representa tanto como el actual y este aniversario es una buena ocasión para destacarlo.

El orden no es otra cosa que una condición ‘sine qua non’ de la convivencia pacífica. Una sociedad en la que el imperio de la ley es solo una frase y cada quien hace lo que le place, sin importar si con ello atropella los derechos del resto, está condenada al fracaso. De ahí nuestra insistencia en denunciar, por ejemplo, los costos que supone para todos , en las o en la oferta de títulos universitarios por una formación seria en el país. Pero también nuestro compromiso con el respeto a la institucionalidad en todas las esferas de la vida republicana.

Algo semejante cabe decir sobre la libertad, un derecho del que no solo debe disponer la prensa, sino la ciudadanía en general. Y, sin embargo, la tentación de recortarla por parte de quienes ejercen el poder, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo, no tiene tregua. Permanecer vigilantes frente a cada uno de los exabruptos que la ponen en entredicho resulta, por cierto, indispensable y, por 184 años, en este Diario, esa ha sido una causa de desvelo. Y lo seguirá siendo.

El saber, finalmente, es el instrumento que nos permite mejorar nuestro desempeño en cualquier terreno del quehacer público o privado. La divulgación del conocimiento ha sido por eso uno de los cometidos fundamentales de El Comercio, tanto en las páginas del diario mismo, con información que permite a nuestros lectores tomar mejores decisiones para su vida y generar ciudadanía en un país en el que esto último ha resultado tan difícil desde sus albores (no olvidemos que este Diario nació cuando el Perú tenía apenas 18 años de vida independiente y sus riendas eran disputadas por los caudillos de turno), como en los productos que ponemos permanentemente a disposición de ellos, bajo la forma de encartes o colecciones.

A todo esto, hay que sumarle un ingrediente esencial: el de la innovación. Nuestras páginas han sabido trascender el tiempo. Si se revisa la historia de la prensa nacional, se comprobará que fuimos los primeros en publicar grabados y fotografías, y también quienes introdujimos en el medio los linotipos y las rotativas. Fuimos también pioneros en la utilización de los servicios cablegráficos de noticias y en dar acogida a las radiofotos, las fotos aéreas y a color: hitos cuyo valor hoy puede ser difícil de estimar, pero que en su momento marcaron el avance del oficio con el que estamos comprometidos.

Hoy, además, continuamos a la vanguardia, como líderes digitales indiscutibles en el país y a punto de lanzar una nueva aplicación para los celulares que permitirá la personalización de contenidos para nuestros lectores, quienes son, en última instancia, los que han hecho posible la existencia de este Diario a través de casi dos siglos.

Es por todas esas razones que cumplimos 184 años con orgullo. Porque tenemos la convicción de haber sido –y seguir siendo– un diario que, a su indeclinable vocación por informar con rigor y servir a la comunidad, ha sumado su empeño por formar opinión y alentar ideales. Y que, a las exigencias de una realidad que pone a la prensa escrita ante el reto de renovarse o desaparecer, responde con la determinación de estar aquí dentro de muchísimos años más.

Editorial de El Comercio