Pedro Canelo

Era silencioso como Thiago, movedizo como Ciro y avispado como Mateo. El primer Messi, ese niño que caminaba haciendo pataditas por lascalles de Rosario, podría viajar en el tiempo y mirarse en el espejo al encontrarse hoy con sus tres hijos. Lionel, sobre todo ahora que es campeón del mundo, no le huye a la tentación de transitar por los orígenes. Se acuerda de su querido club Grandoli, de su abuela Celia que lo llevaba a la cancha y del dolor de cada inyección de hormonas del crecimiento. Siempre vuelve y es feliz haciéndolo. Siempre vuelve porque es lo que menos le cuesta.

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