Fernando Vivas

La frivolidad causa estragos en la política. Es manejable cuando se trata de la trivialidad instalada en la rutina, de un vaho de veletería; pero si se materializa en un objeto con precio, ¡ominoso escándalo! A partir de él se tejen una o varias historias que enervan a la gente. El del Rolex de Dina –ella ha admitido al menos uno, el fiscal de la nación exige información de 15 relojes entre los que podría haber más de uno de tal marca- provocó la apertura de diligencias preliminares por presunto enriquecimiento ilícito y omisión de consignar declaración en documentos. Dina apenas ha dicho que todo lo que tiene ‘es fruto de mi trabajo’ y que el Rolex lo tiene ‘de antaño’, a pesar de que expertos consultados a partir del destape de “La Encerrona” coinciden en que se trata de un modelo Datejust con incrustaciones de diamantes, producido en los últimos años. El par de frases de Dina no sirve de narrativa mínimamente convincente, de modo que hasta ahora se impone lo que contemos y especulemos los demás.