Fernando Vivas

La renuncia de Walter Gutiérrez a su embajada en Madrid es escueta y esquiva. A sus motivos les llamó “consideraciones personales que hacen inviable continuar desempeñándome como embajador”. Los detalles dicen más que el texto: no se dirige a Javier González-Olaechea –pudiendo haberlo hecho así- sino a Dina Boluarte, delatando de esa forma que ella no pudo resolver –porque no lo intentó o no supo lo que pasaba- las desavenencias entre uno de sus más ilustres consejeros y un canciller ajeno a su ‘gabinete de crisis’. Lo otro es más que un detalle, es una tremenda tirada de toalla en su cara: se alejó un personaje que pudo ser primer ministro y que ella oía para matizar o compensar el coro de voces más inmediatistas e incondicionales que la rodean. Pero, ¿tiene la presidenta un gabinete de crisis? ¿escucha? ¿comunica? Intentaré responder esas preguntas.