Gabriela Tincopa

En un mundo en el que las instituciones educativas y los centros de trabajo son testigos de silencios dolorosos, los estudiantes universitarios con diagnósticos de salud mental han sido relegados a las sombras. La invisibilidad que enfrentamos no se limita a las aulas, sino que se extiende también a los centros de trabajo, y esta realidad persiste debido a la falta de políticas públicas que nos reconozcan como individuos con derechos y necesidades específicas.

En las instituciones educativas, nos enfrentamos a barreras complejas. Desde la falta de comprensión sobre nuestras necesidades hasta la carencia de recursos adecuados, nuestras vidas académicas se ven afectadas de manera significativa. Las políticas educativas actuales apenas rascan la superficie de nuestras necesidades, dejándonos en desventaja y obligándonos a soportar la discriminación y el estigma en silencio.

Este problema también se manifiesta en las empresas y organizaciones, donde no comprenden cómo nuestras condiciones de salud mental pueden afectar nuestro rendimiento laboral y, como resultado, somos relegados a roles inferiores o, peor aún, excluidos completamente del mercado laboral.

Es esencial que no solo se proporcionen apoyos y recursos, sino que también se transforme la narrativa que rodea a las personas con diagnósticos de salud mental. No somos individuos frágiles; somos seres humanos valiosos con talentos y contribuciones significativas para ofrecer a la sociedad.

En última instancia, es hora de unirnos como comunidad y alzar la voz para demandar un cambio. Debemos abogar por políticas públicas que nos empoderen y nos den la oportunidad de alcanzar nuestro pleno potencial. Solo a través de la visibilidad y el reconocimiento podremos superar las barreras que enfrentamos y construir un mundo en el que nuestras voces sean escuchadas y respetadas.

Gabriela Tincopa es estudiante de Psicología en la Universidad de Lima