Mabel Huertas

ha levantado su perfil y ha alborotado la escena política en los últimos días. Ha decidido romper ese pacto tácito entre el de y la derecha congresal. Salvo las voces histéricas de izquierda, no había más políticos que señalaran los defectos de esta combi en piloto automático que es el gobierno actual. Pero ser líder entre ‘minions’ políticos tampoco es difícil. Recordemos que Fujimori pasó a segunda vuelta con el 13,4% de los votos. Muchos de los que pugnaban por la Presidencia de la República han desaparecido, hasta nuevo aviso, a pesar de la crisis reinante. El terreno en liderazgos es bastante árido.

Pero Keiko Fujimori insiste y hace sospechar que volvería a candidatear. El guionista de la dinastía Fujimori no suelta la pluma y añade nuevos giros a una vida pública seguida por la prensa en sus páginas políticas, judiciales y hasta del corazón. De hecho, este coqueteo con el sillón presidencial viene condimentado con el próximo inicio del juicio oral por el Caso Cocteles cuya investigación empezó allá por el 2015 y que le valió a Fujimori dos ingresos a prisión (de manera preventiva). Los vehementes fiscales piden 30 años de pena privativa para ella. Aún en estas circunstancias –o debido a estas– la política parece ser un espacio seguro para la hija de Alberto Fujimori, quizá su zona de confort.

Y es que el fujimorismo, para quienes simpatizan con él, posee activos que lo mantienen vivo: el recuerdo de “la pacificación”, la liberalización de la economía, la Constitución del 93… y bajo ese paraguas de “greatest hits” es que su representación parlamentaria se ha mantenido por tres décadas en el . Sin embargo, frente a las nuevas generaciones que no viven de viejas glorias, ¿cuál ha sido la propuesta legislativa de Fuerza Popular? Si acotamos el tiempo a estos críticos dos años, ¿cuál ha sido el marco programático al que se han ceñido? ¿Cuánto de esa visión país plasmado en el “Plan de gobierno: Rescate 2021″ se ha visto reflejado en sus proyectos de ley?

Fuera de todos los cuestionamientos morales, legales y políticos, Fuerza Popular es una bancada sólida. Cuando la Dirección de Información de 50+1, grupo de análisis político, analizó su actividad legislativa advirtió que esta posee una alta eficacia (medida como porcentaje de leyes publicadas en “El Peruano”) y el más alto índice de cohesión; es decir, sus congresistas son disciplinados al momento de una votación. Sin embargo, tiene una dinámica endógena; por algún motivo, no suele socializar sus proyectos con otras representaciones antes de presentarlos.

Aún en un Congreso tan fraccionado, incapaz de hallar consensos –salvo para nombramientos que permitan acceso al poder o medidas conservadoras–, Fuerza Popular tiene la capacidad de poner temas en la agenda pública y promover su discusión, señalar la herida, pero también proponer la cura. ¿Cuánto ha hecho la bancada naranja por nuestro moribundo sistema de salud? ¿Qué otro tanto por la reforma del Estado? ¿Cuánta incidencia ha realizado para repensar la descentralización y sus graves defectos de nacimiento que afectan la administración del país?

Keiko Fujimori ha admitido en su última entrevista que el Legislativo no tiene legitimidad para aprobar la bicameralidad. Si aún quedan tres años para seguir padeciendo este Congreso, sus leyes populistas, sus mochasueldos y sus ‘Niños’, ¿habrá alguna manera de revertir esa situación para sacar adelante leyes que apunten a los temas de fondo? ¿O quienes aspiran a ser gobierno seguirán a la deriva –en la oposición– de copilotos hacia la nada?

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mabel Huertas es socia de 50+1, grupo de análisis político