Lamento boliviano, por Carlos Adrianzén
Lamento boliviano, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Hoy muchos candidatos ofrecen barbaridades y la mayoría no señalan qué problemas enfrentarán ni en qué horizonte operarán. Están muy enfocados en ganar el puesto subrayando sus virtudes. Eso no impide que mientan. 

Mientras tanto, el manejo económico de nuestra vecina Bolivia va ocupando un rol clave. Así, el régimen autocrático del cocalero Evo Morales es vendido como un referente de éxito latinoamericano. De hecho, no son pocos los candidatos que anuncian que, de ser elegidos, copiarán la receta altiplánica.

Ronald Coase, premio Nobel de Economía 1991, planteaba una observación: tortura suficientemente (los datos) y confesarán. Eso es lo que haremos en estas líneas. Revisando la base de indicadores de desarrollo del Banco Mundial, dibujaremos una foto de la economía boliviana. 

Las estadísticas muestran que la Bolivia luego del 2005 es todo un “lamento boliviano”. Es cierto, con estas cifras nunca tuvo un producto por persona más alto.  Igual que el Perú, en la última década recibió inusuales precios de exportación.

Con el mismo ambiente, Bolivia ha crecido sistemáticamente 1,5% menos que el Perú en dólares constantes, cada año. Aproximadamente, un crecimiento real 16% menor en una década.

No hace muchos años, el producto por persona de un boliviano equivalía al 42% del de un peruano. Con Evo, a fines del 2014, solo equivale al 33%. Por ello, tomar a Bolivia como un caso de éxito es comprensible solo entre socialistas (por ceguera ideológica) y mercantilistas (por evidente interés económico).

Tengamos en cuenta que, si nos preguntamos además cuánto avanzó Bolivia en términos de desarrollo económico, descubriremos que su producto por habitante como proporción del producto por persona de un país desarrollado (digamos, el estadounidense) se estancó aproximadamente el 3%. Un ratio 40% menor al registrado en 1960. Sí, fría y comparativamente hablando, Bolivia se ha subdesarrollado más en estos últimos tiempos.

Además, siendo una economía mucho más abierta que la peruana (84% contra 49% del 2010 al 2014), su clima de inversión mercantilista y sus reglas socialistas hicieron que la inversión privada sea un residuo (rozando 8% de su producto en el último quinquenio). 

Así, agregándole el panorama externo de estos tiempos, debemos tener muy claro que el problema de Bolivia no implica su pasado, sino su aciago futuro económico.

Entonces, ¿cómo ha sido posible que hasta se haya acuñado el anglicismo ‘Evonomics’ (la política de recargar los tributos sobre las exportaciones y distribuir autocráticamente subsidios y dádivas)? La respuesta es simple. En América Latina, desde hace dos siglos, mantenemos una sugestiva admiración por el fracaso.