Y la izquierda regresó, por Francisco Núñez Díaz
Y la izquierda regresó, por Francisco Núñez Díaz
Francisco Núñez Díaz

Luego de estar vinculada a la ilegalidad (por la persecución política sufrida durante la dictadura militar y su protagonismo en los movimientos guerrilleros de la década de 1960), la izquierda participó en las elecciones para el Congreso Constituyente de 1978, año en el que mostró una de sus principales características históricas: división.  

Las organizaciones políticas de izquierda obtuvieron 28 escaños de 100 en disputa, con la expectativa de posicionarse como una fuerza importante en tal escenario. Sin embargo, su radicalismo ideológico propició el cuestionamiento de las reglas de juego democráticas. Por ello, utilizó la posición obtenida como plataforma de agitación y propaganda para continuar con la “acción revolucionaria” de la lucha armada.

Para las elecciones de 1980 la izquierda intentó sin éxito integrar las diferentes fuerzas de ese lado del espectro político en lo que se denominó la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI). Nuevamente dividida, su participación alcanzó apenas diez escaños de 60 posibles en la Cámara de Senadores y 14 de 180 en la de Diputados. 

Por estos tiempos se iniciaban las acciones terroristas de Sendero Luminoso, que durante gran parte de esa década fueron calificadas ambiguamente por los representantes oficiales de la izquierda peruana. Esta ambivalencia acentuó la división interna, pese a que meses después de las elecciones apareció una nueva opción integradora en la Izquierda Unida (IU). Con esta denominación, las agrupaciones de izquierda participaron en las elecciones de 1985: IU obtuvo 48 escaños en la Cámara de Diputados y 26 en la de Senadores, lo que la posicionó como una importante fuerza política.

La década de 1990 representaron la debacle electoral de la IU y de la izquierda en general. En las elecciones que abrieron la década, la IU obtuvo solo 16 escaños en la Cámara de Diputados y seis en la de Senadores, cantidades que se redujeron a cero tras la decisión de las agrupaciones de izquierda de no participar en el Congreso Constituyente Democrático surgido tras el autogolpe de 1992.

Para las elecciones de 1995, Alberto Fujimori había congregado un gran apoyo popular, el cual relegó considerablemente a la IU: sus únicos dos representantes en el escenario político institucional acercaron a la izquierda a la extinción. De fines de la década de 1990 a inicios del siglo XXI, el escenario se mantendrá igual, pues la presencia de la izquierda quedó circunscrita tan solo a la participación política de algunos de sus principales dirigentes (Javier Diez Canseco y Henry Pease, entre otros). 

La reaparición del bloque vendría de la mano del proyecto nacionalista. Diversas organizaciones de izquierda apostaron por la gran transformación de Ollanta Humala, cuyo cambio de orientación ideológica durante los primeros años de gobierno desembarcó a la izquierda de ese proceso. 

Así llegamos a los resultados del domingo 10, señalados por algunos como una derrota de la izquierda. Si analizamos los hechos desde una perspectiva histórica, sin embargo, se trata de un claro triunfo izquierdista, pues a partir del próximo gobierno contará con una representación congresal nada desdeñable tras varios lustros de anemia política. Además, esta vez aparece articulada alrededor del Frente Amplio. 

Sin duda, se trata de una gran oportunidad para consolidarse como organización política sobre la base de la unidad, sin perder de vista el reto de representar las voces de quienes quieren ser escuchados en democracia. 

La izquierda ha regresado. Por el bien del sistema democrático, esperemos que esta vez sea para quedarse.