Marilú Martens

La es un constante desafío para nuestro país. Durante años, los estudiantes de las zonas rurales han pagado las consecuencias de malas estrategias, de demoras injustificadas en la aplicación de políticas y del poco esfuerzo en diversificar los enfoques para abordalos.

Esta problemática se agudizó debido a la pandemia por el cambio de una educación presencial a una a distancia, puesto que recibirla a través de los medios de comunicación y digitales era un privilegio que en las zonas rurales no se podía obtener. Eso lo demuestra la brecha de acceso a Internet que, según el INEI, en Lima el 75% de hogares tiene acceso a Internet, mientras que en zonas rurales, solo el 18,5%. Esta es solo una de las muchas dificultades que condicionan la educación rural y tienen un impacto directo en los bajos niveles de aprendizaje de los estudiantes.

Hace algunos años, el Minedu empezó a tener una mirada más amplia de cómo atender las múltiples carencias de la educación rural, aplicando varias estrategias de manera coordinada, sumando actores por fuera del ministerio, con un trabajo comprometido en base a ciencia, metodología diferenciada y procesos educativos pertinentes.

En ese sentido es que CARE Perú a través de la estrategia Aprendemos+ de la mano del Minedu, han logrado desde el 2019 innovar en esta apuesta de diversificación de actores. Aprendemos+ se implementó en 115 escuelas multigrado y unidocente ubicadas en cuatro regiones y se alcanzaron logros como que los estudiantes que obtuvieron un nivel satisfactorio en leer y comprender tipos de textos escritos en su lengua materna se incrementaron del 4% al 59%. Así también, los estudiantes alcanzaron nivel satisfactorio resolviendo problemas de cantidad pasaron del 9% al 43%.

Es importante visibilizar las buenas estrategias para que se mantengan y seguir elevando la calidad de la educación en las zonas rurales. No deberíamos solo destacar estos actos aislados positivos, mirando con indiferencia cómo se afecta seriamente toda la educación básica regular y alternativa, sacrificando el enfoque de género y la educación sexual integral, y también la educación universitaria, permitiendo el regreso de las universidades mediocres sobre chifas amparadas en una contrarreforma de diversos grupos políticos. Sí, hay que destacar y defender aquello que es positivo, pero sin dejar de mirar el resto de la educación y dejarla caer sin hacer nada.

Marilú Martens es exministra de Educación y directora de CARE Perú