El argumento del “secretismo”, por Magali Silva
El argumento del “secretismo”, por Magali Silva
Magali Silva

Si alguien quiere vender su casa y le ofrecen un buen precio por ella, no revela este precio al resto de  potenciales vendedores, ¿verdad? 

Lo mismo pasa con un acuerdo comercial. Justamente porque los negociadores peruanos defienden los intereses del país, no tiene ningún sentido que revelemos cuáles son nuestros intereses ni nuestras estrategias de negociación. Así lo reconoce la ley peruana, que aísla y protege la negociación de los acuerdos comerciales del debate público hasta su finalización. Así negociamos nuestros acuerdos comerciales vigentes con 52 países y es así como negocian todas las naciones que profundizan su integración con el mundo. 

Luego viene un largo debate público que incluye la divulgación de los acuerdos, su aprobación por el Poder Ejecutivo, su posible ratificación por el Congreso y, finalmente, su implementación para entrar en vigencia. En el caso del TLC con Estados Unidos, este proceso tomó siete años. Una vez que los textos se puedan hacer públicos hay varias instancias hasta su promulgación. 

Hay un tiempo para negociar y un tiempo para el necesario debate nacional. Los que se oponen a nuestra integración con el mundo lo saben, pero insisten en que negociamos “en secreto”.

El supuesto secretismo es el pretexto para infundir temor en la opinión pública. Recordemos que cuando el país negociaba el TLC con Estados Unidos se vaticinó la destrucción de nuestras industrias, la desaparición de nuestra agricultura, el fin de nuestras industrias culturales y, por supuesto, el encarecimiento de todas las medicinas. Hoy todos sabemos que nada de eso ocurrió. El efecto del libre comercio fue exactamente el opuesto en cada uno de esos campos.

¿Queremos detener la ruta de apertura que el país emprendió hace un cuarto de siglo, y que entre el 2010 y el 2014 nos permitió intercambiar US$80 mil millones anuales con el mundo, obligándonos a renunciar a un acuerdo que nos conecta de forma inigualable con la región del futuro que es el Asia-Pacífico? La respuesta es no. El Perú es el país al que el (TPP, por sus siglas en inglés) le resulta menos arduo de negociar, ya que por nuestros acuerdos de comercio previos ya elevamos nuestros estándares en un sinfín de aspectos. El TPP coexistirá con nuestros otros 17 acuerdos de libre comercio, de manera que el exportador e importador peruano podrá escoger libremente el que más le convenga.

El TPP conectará por primera vez a las pymes peruanas con las cadenas de suministros globales, pues bastará que usen un insumo de cualquiera de los 12 países del TPP para que su producto pueda ser exportado con preferencias a un mercado de 805 millones de consumidores. Se nos abrirá un mercado de compras públicas 22 veces más grande que el peruano; y el acceso preferencial a nuevos mercados como Australia, Nueva Zelanda, Brunéi, Malasia y Vietnam sumará potencialmente US$2.250 millones anuales adicionales en exportaciones no tradicionales. 

Con la integración al TPP formaremos parte de un exclusivo grupo que nos ofrece un techo ilimitado para crecer, pues estos países importan la cuarta parte de todo lo que el mundo exporta y hoy solo les vendemos 0,25% de lo que compran. Ello redundará en más empleo, menos pobreza y mayor bienestar.

Los opositores al TPP no quieren que el Perú forme parte del área de comercio más importante del mundo (más grande que la Unión Europea). Por eso centran la discusión en el tema de las licencias obligatorias, acerca de las cuales el TPP no contiene una sola línea, pues, al igual que los plazos de las patentes, se regulan desde hace dos décadas en el marco de la OMC y la Comunidad Andina.