La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas ganó el viernes el Premio Nobel de la Paz por trabajar para eliminar el azote que ha preocupado a generaciones desde la Primera Guerra Mundial.

La OPAQ fue creada en 1997 con el fin de hacer cumplir la Convención sobre Armas Químicas, el primer tratado internacional que declara ilegal todo un tipo de armamento. Con sede en La Haya, Holanda, en gran medida ha trabajado fuera de los reflectores hasta este año, cuando las Naciones Unidas solicitaron el apoyo de sus expertos para ayudar a investigar presuntos ataques con este tipo de armas en Siria.

Los tratados y la labor de la OPAQ han logrado que se defina el uso de armas químicas como un tabú bajo las leyes internacionales, indicó el comité noruego que otorga el Nobel, en Oslo. Hechos recientes en Siria, donde las armas químicas han sido usadas de nuevo, han subrayado la necesidad de aumentar los esfuerzos por acabar con tales armas.

El galardón del viernes fue anunciado solo unos días antes de que Siria se una oficialmente como el 190no estado miembro del grupo. Los inspectores de la OPAQ se encuentran ya en Damasco en una misión de desarme, respaldada por la ONU, para verificar y destruir el arsenal de gas venenoso y agentes neurológicos del presidente sirio Bashar Assad en medio de una guerra civil.

El director general de la OPAQ, Ahmet Uzumcu, dijo que el galardón fue un reconocimiento a la labor del grupo en pro de la paz mundial en los últimos 16 años.

Pero es también un reconocimiento al esfuerzo de nuestro personal, emplazado ahora en Siria y que ha realizado, de hecho, un esfuerzo muy valiente allí para cumplir la misión que se le ha encomendado, indicó al canal de televisión público noruego NRK.

No fue anunciado lo que hará la organización con los 1,2 millones de dólares del premio.

Al dar el Nobel de la Paz a una organización internacional, el comité quiso destacar la demoledora guerra civil de Siria, ahora en su tercer año, sin tomar partido alguno con los grupos envueltos. En esa lucha han muerto unas 100.000 personas y millones de sirios se han visto obligados a huir de sus casas y de su país, según la ONU.