El papa Francisco viajó hoy a la isla italiana de Lampedusa, la puerta de Europa de los inmigrantes indocumentados que buscan en el continente un futuro mejor, para llorar por los que perdieron la vida en las travesías y denunció la globalización de la indiferencia ante esas tragedias.

En su primer viaje como pontífice, lanzó una corona de flores al mar en homenaje a los muertos, se reunió con numerosos inmigrantes alojados en la Lampedusa, distante 113 kilómetros de las costas de África, e hizo un llamamiento para que se despierten nuestras conciencias y para que tragedias como las ocurridas no se vuelvan a repetir.

El papa denunció la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en aquellos que en el anonimato toman decisiones socioeconómicas que abren el camino a dramas como estos y también a los traficantes que se aprovechan de la pobreza de los inmigrantes.

La muerte hace una semana de siete norteafricanos cuando trataban de llegar a las costas italianas encaramados a las nasas de un pesquero tunecino, que fueron cortadas por los tripulantes, ha afectado al Papa y según dijo hoy ante las 10.000 personas que asistieron en Lampedusa a la misa que ofició allí se le han clavado como una espina en el corazón.

“INSENSIBLES AL GRITO DE OTROS” Francisco decidió que tenía que viajar a esa isla para mostrar su solidaridad y cercanía y en una fuerte homilía denunció la globalización de la indiferencia que hace que el hombre no se sienta responsable de las muertes de los inmigrantes que pierden la vida en las travesías buscando un futuro mejor.

Inmigrantes muertos en el mar, en esas barcas que en vez de ser un vía de esperanza se convirtieron en un camino de muerte, afirmó el papa, que añadió que el hombre actual embebido en la cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros.

El Papa argentino añadió que nos hemos acostumbrados al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no nos interesa, no es cosa nuestra.

La visita a Lampedusa duró medio día. Francisco llegó, coincidencias, poco después de que una barcaza con 166 inmigrantes indocumentados llegara al puerto.

El papa quiso darle un carácter sobrio. Lo primero que hizo fue lanzar al mar la corona de flores en memoria de los cerca 20.000 inmigrantes que se calcula han perdido la vida en el mar intentando llegar a Europa en las dos últimas décadas. Después se reunió con medio centenar de inmigrantes, entre ellos mujeres y niños, que pidieron que Europa les ayude.

Durante la visita el papa uso un jeep prestado por un vecino de la isla.