El éxito cinematográfico del año parece asegurado para “No mires arriba”. Es una crítica a la sociedad que ignora las amenazas que enfrenta nuestro planeta y también a los científicos que nos alertan de ellas. La película se centra en un cometa en trayectoria directa hacia la Tierra. Sin embargo, el año que comienza nos dará una serie fascinante de eventos que despegarán en la dirección contraria: el 2022 veremos un número excepcional de misiones espaciales que saldrán de la Tierra hacia la Luna, y a lunas más distantes.
Las misiones lunares son un esfuerzo multinacional: Japón lanzará su primera sonda de superficie lunar, el explorador que aterriza para explorar la Luna (SLIM); y Corea del Sur, su primera sonda orbital, Guía Orbital Lunar de Corea (KPLO). Rusia lanzará el explorador Luna-25, continuando una dinastía de vehículos autónomos lunares de más de 50 años. La NASA estadounidense enviará varias misiones, incluyendo la máquina intuitiva N° 1 (IM-1), el experimento de minería de hielo y recursos polares (Prime-1), la misión Peregrino 1, y la Artemis 1. Esta última será la prueba de un nuevo cohete espacial y la cápsula Orión, que serán la piedra angular del proyecto Artemis, que prevé misiones tripuladas esta década a la Luna y posiblemente a Marte.
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La NASA también lanzará en agosto un cohete con misión doble hacia el Cinturón de Asteroides: la sonda Psyche visitará el asteroide Psyche 16, mientras que la sonda Jano se separará para estudiar dos asteroides binarios, cada uno con cuerpos menores orbitándolos. Por su parte, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzará en junio la misión Explorador de Lunas Heladas de Júpiter (Juice), que examinará en detalle tres lunas de Júpiter: Ganímedes, Europa y Calisto.
“Esperan encontrar cantidades de agua suficientes para abastecer a las tripulaciones y habitantes”.
Más rocas que arena
La exploración lunar ha evolucionado desde las misiones Apolo, tanto en tecnología como en objetivos. Los estudios orbitales y de superficie del siglo XX dieron una buena perspectiva de la forma y composición de las rocas y arenas que cubren nuestro satélite. Las nuevas misiones tienen sensores que permitirán analizar lugares extremos y bajo la superficie. También usarán computadoras con inteligencia artificial.
Estas misiones lunares buscan preparar el terreno para futuras misiones y emplazamientos tripulados, con tres objetivos principales. Primero está la prospección minera, no para un mercado en la Tierra, sino más bien para producir in situ materiales para misiones espaciales de mayor alcance. Uno de los materiales más anhelados es agua, que se encontraría en forma de hielo en la Luna.
Actualmente, una de las mayores limitaciones para las misiones espaciales es la cantidad enorme de combustible necesario para propulsar cargas relativamente pequeñas con la fuerza suficiente para escapar del jale de la gravedad terrestre. El combustible de esos cohetes tiene dos elementos: oxígeno e hidrógeno, que se combinan para formar agua (H2O). La reacción libera una cantidad enorme de energía y de vapor. La mayor parte del humo que se ve en el lanzamiento de grandes cohetes es vapor de agua.
Si se logra extraer agua, esta podría abastecer de combustible a cohetes que, gracias a la escasa gravedad de la Luna, podrían ser más pequeños (de menor propulsión) y llevar cargas bastante grandes hacia Marte y otros destinos. También se espera ubicar concentraciones minerales que podrían usarse para fabricar componentes. Por ejemplo, láminas para ensamblar cohetes, o incluso partes para el segundo objetivo eventual: bases lunares.
“Estas misiones lunares buscan preparar el terreno para futuras mi-siones y emplazamientos tripulados”.
Un futuro presencial
El mayor valor del agua sería para un futuro consumo humano. Se espera encontrar cantidades suficientes de agua para abastecer a tripulaciones y habitantes y, descomponiéndolo, también ser su fuente principal de oxígeno. Ya existe tecnología para la purificación y reciclado casi ilimitado. No se necesitarían cantidades enormes ni extracción constante.
Una presencia continua en la Luna serviría para múltiples propósitos. Desde su superficie se pueden realizar observaciones de la Tierra que resultan imposibles desde nuestra superficie o de los satélites artificiales que orbitan a menor distancia.
La Luna carece de atmósfera y tampoco tiene interferencia de emisiones radiales ni la contaminación de luz. Su superficie sería una plataforma que brindaría observaciones impecables para el estudio del espacio, la magnetósfera terrestre, el comportamiento solar y más.
Protección planetaria
Una presencia continua en la Luna permitiría mantener equipos y realizar estudios científicos. El estudio del comportamiento solar, el campo magnético terrestre y los cambios atmosféricos de la Tierra son áreas cruciales para enfrentar posibles eventualidades relacionadas al cambio climático.
La Luna también jugaría un papel crucial para nuestra supervivencia que nos trae de vuelta a la película del principio: la detección temprana y posible interdicción de objetos que amenacen al planeta.
Una red monitorea las observaciones espaciales combinadas de telescopios, radiotelescopios y radares. Así se descubren, como hemos mencionado en páginas anteriores, asteroides, cometas y meteoros que circulan por el sistema solar, algunos en trayectorias en rumbo de colisión con la Tierra.
En conclusión, sí hay que mirar para arriba este año, pero no con temor o cinismo. Una serie de misiones espaciales promete ampliar nuestros conocimientos científicos y nos permitirá estudiar y proteger mejor el planeta que nos alberga.
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