Jaime Bedoya

Los limeños no mueren por valientes, sino por ademán estético. Las palabras de un amigo sabio y honorable, insospechable de rancidez, cortan la neblina. Es más, es caviar. Tratamos de aclarar las razones de una afición anacrónica y mal vista que compartimos y que estos tiempos inscriben, a mucha honra, en los terrenos de lo políticamente incorrecto y, por ende, de lo digitalmente linchable. Se trata de la tauromaquia, o el discutible oficio de matar reses de lidia en público como si de una danza mortal, no siempre con ventaja, se tratase.

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