"Guzmán, el heredero de PPK", por Enrique Pasquel
"Guzmán, el heredero de PPK", por Enrique Pasquel
Enrique Pasquel

En la pequeña sala de esta campaña electoral se sienta, muy incómodo, un elefante tremendo. El obeso animal mira desconcertado y con susto a todos los presentes. Pero la ladina especie conocida como ‘politicus peruvianus’ evade su mirada e ignora al enorme paquidermo. El nombre del elefante es reforma laboral.

Para nadie es secreto que tenemos una de las regulaciones de contratación y despido menos flexibles del mundo. Tampoco es dato ignoto que tengamos los sobrecostos laborales más altos del barrio latinoamericano, ni que todo esto junto sea en buena parte responsable de que 7 de cada 10 trabajadores se encuentren empleados en la informalidad. Pero, qué más da, nuestros políticos prefieren evadir un tema complicado e impopular y apostar por la demagogia: prometen no tocar el tema si salen elegidos y hasta entran en una competencia de quién ofrece el sueldo mínimo más alto. En fin, así es el Perú.

 O quizá no. El viernes fuimos testigos de un evento extraño e inesperado. Un político se animó a señalar al elefante. Gonzalo Aguirre, candidato al Congreso por el partido de , declaró al diario “Gestión” que el tema laboral “no es sostenible”. “Por proteger al 30% que tiene trabajo con todos los beneficios –señaló Aguirre– estamos desprotegiendo al otro 70%”. Por eso –concluyó con razón– hay que “flexibilizar el tema de los despidos, la contratación, las AFP. Todo el tema laboral hay que reestudiarlo”. Finalmente, precisó que no se debe aumentar el sueldo mínimo pues “en la medida en que se sube […] se está afectando la contratación de muchos ciudadanos”.

¡Paf! Un recto a la quijada del populismo. Una pena que el populismo –taimada criatura de rápidos reflejos– respondiese con varios ganchos a la quijada de Aguirre. El primero vino, como era predecible, de Alan García, quien tuiteó (en contra de lo que él mismo escribió en sus épocas del “Perro del hortelano”): “Insensatos. Llaman ‘flexibilizar’ a reducir los derechos y a convertir al Perú entero en un país pulpín”. El gancho más duro, sin embargo, vino del mismo Julio Guzmán. Este, en la tarde, desautorizó la posición de Aguirre y, respecto a la posibilidad de hacer reformas laborales, precisó que “la solución no va a ser que un tecnócrata en un escritorio nos diga qué es lo que vamos a hacer”. Él, prometió, que buscaría un consenso entre empresarios y sindicatos.

 De esta forma, Guzmán demostró dos cosas. Primero, que podemos estar seguros de que la capacidad tecnocrática de la que hace alarde será dejada de lado apenas la política se lo demande. Y es que, según sus propias palabras, la solución al tema laboral para él no será decidida técnicamente como se debe, sino en una mesa de negociación donde primarán los intereses y las fuerzas políticas del momento.

 En segundo lugar, el candidato morado dejó claro que comparte el ADN jurásico de los dinosaurios que tanto critica; pues cuando se trata de escaparle a la discusión seria de una de las principales reformas que necesita el país, no tiene problema en adoptar las mañas de los políticos más añejos de la fauna peruana. Así, Guzmán es, sin duda alguna, como algunos han venido diciendo, el heredero de PPK. De ese PPK , por ejemplo, que no tuvo problema en decir, cuando tuvo presión pública en contra, que había apoyado la flexibilizadora ley de régimen laboral juvenil porque cuando le preguntaron inicialmente sobre la misma “estaba en Nueva York, en medio de la nieve, y no se podían oír muy bien las preguntas”. O de ese PPK que hoy aboga por un mayor sueldo mínimo y salvaguardas que blinden la producción nacional, medidas proteccionistas que repudiaba cuando era ministro de Economía.

Julio Guzmán tiene la opción de presentar una alternativa seria, distinta y que rompa con la demagogia tradicional. Pero para eso tendrá que tomar algunas posiciones que no necesariamente serán las más populares o fáciles de defender. Es decir, convertirse en un estadista y no en un dinosaurio. 

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