Erick Sablich Carpio

Ha sido penoso el espectáculo ofrecido tanto por el presidente Vizcarra como por el Congreso de la República a propósito del debate sobre la inmunidad parlamentaria y los impedimentos para que condenados por delitos dolosos puedan postular a cargos de elección popular. En lugar de ser copartícipes de un modesto triunfo en materia de reforma política, Ejecutivo y Parlamento se enfrascaron en otro capítulo de la interminable historia de enfrentamientos que vivimos desde que el proceso electoral del 2016 determinara que el Ejecutivo no tendría una presencia significativa en el Parlamento.