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Cecilia Valenzuela

El 26 de julio del 2012, en una huelga de maestros en la que el Conare-Sutep hizo su primer gran despliegue en Lima, la turba que protestaba furiosamente frente al Ministerio de Educación cogió el excremento que dejaron los caballos del Regimiento de Caballería de la Policía Nacional, asignado al establecimiento de San Borja, y lo arrojó contra los policías que resguardaban la puerta.

Los agentes se cubrían con sus escudos mientras la guardia montada hacía todos los esfuerzos para controlar a los animales espantados por la vehemencia y los gritos del populacho que arremetía.

La imagen, violenta y escalofriante, confirmó el carácter irracional de esa facción del sindicato de maestros del Perú; pero, sin más, el magisterio siguió conviviendo con ella.

Hace quince días, los maestros del Conare-SUTE de Cusco atentaron contra la vía férrea de Machu Picchu, retiraron los rieles del tren y los arrojaron al río.

Y ayer, los maestros del Conare-Suter de Junín invadieron la pista del aeropuerto de Jauja, para impedir la salida de un avión de Latam e incendiaron un terreno aledaño.

El extremismo de la protesta confirma la entraña senderista de sus dirigentes y de quienes, entusiastamente, los siguen. Sendero Luminoso en su versión Movadef ha tomado el sindicato de maestros del Perú. Patria Roja, el partido comunista que lo dominó por años, lo ha perdido.

Los seguidores del terrorista ‘Gonzalo’ necesitan manejar las centrales sindicales de la educación para reorganizarse y forjar espacio a lo que el mismo Abimael Guzmán ha llamado la “segunda reconstitución del partido”.

En el camino su dirigencia se ha reinventado, ha aprendido a sacarle la vuelta a nuestros servicios de inteligencia: Fuentes bien informadas sostienen, por ejemplo, que los senderistas del Movadef no hablan nunca por teléfono y que sus dirigentes no aparecen ni en las reuniones de sus células partidarias ni en las manifestaciones radicalizadas que ordenan a sus huestes. Se ha vuelto muy difícil infiltrarlos, refiere el experto en contrasubversión.

Ernesto Meza Tica, dirigente del Conare-SUTE de Cusco, denunciado el último fin de semana por los delitos contra la seguridad y tranquilidad pública, debido al ataque al aeropuerto de Cusco que protagonizó su central sindical, le ha dicho a la prensa cusqueña que esa denuncia penal es un galardón para él y que nadie podrá encausarlo porque: “Nosotros ese día hemos estado en el consejo regional, o sea nosotros no hemos estado ahí y nunca incitamos a nada, a ningún hecho de violencia”.

Con el cinismo de siempre los antisistema desafían, destruyen y envilecen al país. Las pérdidas causadas por los senderistas del Conare-SUTE, en el último mes, alcanzan a centenares de miles de familias peruanas: niños y jóvenes postergados invariablemente en su educación, la industria del turismo arrinconada y con pérdidas enormes, el próximo proceso electoral que elegirá alcaldes y gobernadores, viciado por la presencia extremista y corrompido por la cobardía de quienes, desde los gobiernos regionales, les sirven de tapada.

Los senderistas se recomponen, pero el sistema de inteligencia nacional sigue en el pasado; el Estado Peruano está maniatado frente a la recomposición política del grupo terrorista que más daño le hizo a nuestra nación. Durante el gobierno de Humala el servicio de inteligencia fue utilizado para ‘chuponear’ y espiar a opositores; y la Dircote fue groseramente manoseada por el operador de la pareja presidencial, Iván Vega.

Hoy en día no hay quien diseñe estrategias efectivas contra esta amenaza. Los expertos que aprendieron a combatir al senderismo desde el punto de vista ideológico y político fueron jubilados por decisión de autoridades ingenuas e irresponsables. Sobre el actual gobierno pesa ahora esta tremenda responsabilidad.

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