Milagros Leiva

“Me voy a centrar en el último episodio importante que fueron las elecciones del 2016. El hecho de que ganara Kuczynski pese a que quizá debió haber ganado Keiko Fujimori, que tenía una amplia mayoría congresal y ya sabemos que cuando no hay, cuando el partido de gobierno tiene una minoría ínfima en el Congreso, eso siempre desemboca en interrupción constitucional como de alguna manera ocurrió. Entonces, a partir del 2016 se inicia un período de anarquía política e institucional que se agrava con la llegada de Vizcarra al poder y con su estrategia de confrontación al Congreso para acumular popularidad, una estrategia de populismo político que terminó en la disolución del Congreso, en ese cierre inconstitucional, y en paralelo se desarrolló en la fiscalía y en el Poder Judicial un populismo judicial. Entonces, de manera convergente con el populismo político de Vizcarra, se desató una persecución política contra líderes políticos que habían recibido donaciones de campaña que no eran delito y se criminalizaron las donaciones de campaña, se criminalizó la política y las organizaciones políticas fueron convertidas en organizaciones criminales. Eso produjo un daño muy fuerte a la clase política y al final eso desembocó en la elección de Pedro Castillo, porque su opositora en esa elección, Keiko Fujimori, había llegado sumamente debilitada y desacreditada luego de haber estado tres veces en prisión y con el estigma de ‘corrupta’, que en el Perú es muy fuerte como para poder ganar una elección”. Así me responde Jaime de Althaus cuando le pido una lectura de bosque de todo lo que andamos viviendo en la política peruana.