Ponte en su lugar, déjala decidir, por Verónika Mendoza
Ponte en su lugar, déjala decidir, por Verónika Mendoza
David Rivera

Un artículo publicado en 1990 por el prestigioso científico Carl Sagan ha sido utilizado en foros de discusión para sustentar por qué el debería ser una práctica aceptada en la sociedad. Sin embargo, más que tomar partido, el texto de Sagan lo que hace es plantear una serie de preguntas incómodas, ya sea que uno esté a favor de la posición “pro vida” o “pro libre elección de la mujer”. (El artículo puede encontrase en Internet).

Sagan hace un recuento de las posiciones sobre el aborto a lo largo de la historia. Recuerda cómo en sus orígenes la Iglesia no lo consideraba un asesinato; cómo con la aparición del microscopio surgen los primeros cuestionamientos; la evolución del debate en Estados Unidos; las implicancias de la Revolución Industrial y del auge de la medicina occidental en las posiciones sobre el tema.

El punto crítico llega cuando Sagan, adelantando que lo que está en discusión es la vida de un ser humano, lanza la pregunta sobre qué nos diferencia realmente de las demás especies. Previamente nos recuerda que en la tercera semana un feto se asemeja a un gusano segmentado; en la cuarta, a un renacuajo; en la séptima, la cara se parece a la de un porcino; en la octava, a la de un primate; en la décima, su rostro ya es reconocible como humano; y no es sino hasta aproximadamente el sexto mes que los bronquiolos pulmonares empiezan a desarrollarse.

Pero, ¿cuándo es que realmente podemos afirmar que nos diferenciamos de cualquier otra especie? “Nuestra única gran ventaja es el pensamiento”. ¿Y qué lo determina? El cerebro. ¿Cuándo alcanza un nivel de desarrollo que nos permita afirmar que no somos cualquier otro animal? Cerca de la semana 30.

¿Qué implicancias tiene este dato objetivo? Si bien Sagan brinda los argumentos científicos para rebatir a los opositores del aborto, también pone en una situación incómoda a quienes, habiendo pasado por la experiencia de ser padre y haber acompañado la evolución del feto, creemos que el derecho a la vida y el derecho a la libertad de elección son dos principios básicos que entran en colisión en este tema y que, por lo tanto, existen situaciones en las que tiene sentido optar por esta última (una de ellas pero no la única son los casos de violación).

Porque si usted es alguien que está a favor del aborto, debería aceptar su práctica hasta el sexto mes, así el rostro de un niño ya sea reconocible, y cualquiera sea la situación. Disculpen la crudeza, pero el único objetivo es mostrar que casi cualquier posición que se asuma tiene sus límites en la argumentación, así como una carga de subjetividad.

Siendo así, ¿qué posición deberíamos tener como sociedad? La respuesta también viene con su carga de subjetividad. En principio, deberíamos aspirar a que ninguna mujer tenga que verse enfrentada a una situación así, y estar preparados para acoger a quien finalmente se ve en la necesidad de hacerlo. Aunque este punto parezca obvio, lo cierto es que pueden encontrarse posiciones tajantes y a veces ligeras pro libertad de elección de la mujer, posturas que pueden ir en desmedro de ellas mismas.

No es extraño encontrar personas que, habiendo pasado por la experiencia del aborto, años después se ven enfrentadas a consecuencias emocionales que aparecen repentinamente y de las cuales nunca supieron o no quisieron escuchar, lo cual también es entendible.

Por eso, desde el Estado, lo que se debe asegurar es que la educación sexual en los colegios sea lo más abierta y amplia posible, y que métodos como la pastilla del día siguiente estén al alcance de quienes lo necesiten. Mientras nuestros políticos superan sus taras, tal vez podamos ir avanzando en estos dos puntos y ahorrarle el sufrimiento a no pocas personas.

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