Gladys Pereyra Colchado

Los padres de Manuel* se esfuerzan por no quebrarse cuando hablan de la noche que cambió la vida de su hijo. Intentan no decir “destruyó la vida” porque llevan meses tratando de rearmar la niñez que le fue arrebatada cuando sufrió una agresión sexual. Tenía solo 10 años.

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Sentados en uno de los salones del centro de salud mental comunitario Musuq Rikchay, en Ayacucho, hacen pausas para respirar, secarse los ojos y seguir narrando cómo en una noche su hijo pasó de ser un niño alegre, conversador, a perder las ganas de vivir. En marzo del 2022, durante una reunión familiar en su casa, fue víctima de tocamientos indebidos. La denuncia y el proceso legal sigue su curso –lento y tardío como suele suceder con un sistema de justicia saturado como el peruano– pero el episodio de violencia sexual quedó intacto en él y en toda su familia. “Nos pedía perdón, se arrodillaba, como si fuera su culpa. Yo solo pensaba en morirme, en parar el sufrimiento”, cuenta su madre. Después de varios meses de terapias, sigue doliendo aunque, al menos, sienten que están juntos en el largo proceso para sanar.

En el Centro de Salud Mental Comunitario San Juan Bautista, del distrito ayacuchano del mismo nombre, Alondra* no suelta el brazo de su papá. Tiene 9 años y durante tres años sufrió violencia física por parte de su madre y padrastro, en Tarapoto. El día que su papá la encontró, tenía vivas las heridas de los golpes que le daban por “no hacer la tarea”, “jugar todo el día” o excusas similares. Con una denuncia de por medio, en enero se la pudo llevar a Ayacucho para reconstruir su vida. Pero ella no hablaba, casi no comía y se paralizaba cuando interactuaba con otras personas.

El programa busca promover encuentros grupales de los niños, niñas y adolescentes para realizar deporte, juegos tradicionales, liderazgo e interacción con sus familias; como medios de resocialización y canalización de emociones reprimidas.
El programa busca promover encuentros grupales de los niños, niñas y adolescentes para realizar deporte, juegos tradicionales, liderazgo e interacción con sus familias; como medios de resocialización y canalización de emociones reprimidas.

Manuel y Alondra son dos de los más de 350 niños y adolescentes que se atienden en ambos centros de salud mental comunitarios de Ayacucho, donde el 30% de casos corresponden a víctimas de violencia sexual. Todos los casos son derivados de la policía, juzgados o centros de emergencia del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) para que reciban terapias psicológicas y psiquiátricas, de ser necesario. Pero ¿se puede hacer algo más?

La recuperación es un proceso largo. Cuando un niño ha sufrido violencia, especialmente sexual, se quiebra la confianza que tiene en su entorno, explica la psicóloga Liz Oré del centro de salud mental comunitario San Juan Bautista. De no restaurar esa relación, pueden afectar su salud física y mental, generar trastornos de estrés postraumático, psicosis u otras comorbilidades que se evidencian a largo plazo, así como su capacidad para aprender y tener relaciones saludables en el futuro.

/ Katherine Rojas - World Vision Perú

Una iniciativa para contribuir con la restauración emocional de menores víctimas de violencia, prioritariamente sexual, es el proyecto “La voz de mi corazón”, desarrollado por la ONG y articulado con la Red de Salud de Huamanga. Actualmente el programa se desarrolla en Ayacucho, La Libertad, Cusco y Huancavelica, pero esperan que pueda replicarse en más regiones de la mano con el sector salud.

Liz Oré, psicóloga del centro de salud mental comunitario San Juan Bautista, muestra los trabajos que hacen los niños que han sufrido violencia. A través de la pintura expresan aquello que no pueden hablar.
Liz Oré, psicóloga del centro de salud mental comunitario San Juan Bautista, muestra los trabajos que hacen los niños que han sufrido violencia. A través de la pintura expresan aquello que no pueden hablar.

Para tener una idea de lo necesario de trabajar en la resiliencia emocional, Sisa Morales, psicóloga de Musuq Rikchay, explica que cuando ocurren las agresiones sexuales, además del factor físico hay una carga enorme de vergüenza y culpabilidad que impacta en la identidad de los niños. “Lo que buscamos es que vuelvan a sentirse seguros, que recuperen su identidad robada. Muchos sienten que son responsables de lo que pasó y la sociedad les refuerza esa idea. Lamentablemente no se siente empatía hasta que no pases por algo similar”, indica.

No son casos aislados. Todos los días hay más de 20 casos de violación sexual contra menores en el Perú. Solo de enero a setiembre de este año, el MIMP recibió 6.270 casos. Si se añaden otros tipos de violencia sexual (tocamientos, acoso, explotación sexual, trata, entre otros) llegan a las 16.296 víctimas, de las cuales más de 5 mil tiene menos de 11 años. Las cifras son similares a las del 2022: de los 27.362 casos de violencia sexual atendidos, el 73% (19.867) correspondían a niñas, niños y adolescentes; de los cuales, el 93% (18.521) eran niñas y adolescentes mujeres.

A través de las actividades artísticas se trabaja el paso del estrés a la relajación, el cambio de actitud y el estado emocional ante la enfermedad y el dolor.
A través de las actividades artísticas se trabaja el paso del estrés a la relajación, el cambio de actitud y el estado emocional ante la enfermedad y el dolor.

La premisa de “La voz de mi corazón” es que con terapias de música, canto, pintura o escultura los menores puedan empezar a sanar. De todos los niños que son atendidos en los centros de salud mental comunitario, solo ingresan al programa aquellos que ya tienen un trabajo psicológico previo y que estén listos para socializar nuevamente. Actualmente son más de 100 menores los que forman parte del proyecto. No se trata solo en darles instrumentos sino en regresarlos a espacios seguros donde puedan interactuar con otros niños en situación vulnerable.

“Ninguno sabe el diagnóstico del otro, pueden ser libres para actuar sin sentirse etiquetados ni recordar lo que pasaron. Cuando están entre ellos pueden emanar sus emociones reprimidas por el trauma. La música o la pintura es un instrumento para eso. El arte les ayuda a canalizar. De no hablar con nadie, vuelven a ser niños”, indica Oré. Sisa Morales asegura que es notorio el avance de los niños que participan de la denominada “arte terapia” en comparación de quienes no. “Pierden poco a poco el miedo de estar con otras personas. Cuando tocan o cantan se expresan más rápido de lo que harían si solo llevaran la terapia tradicional”, dice.

Los padres de Manuel y Alondra coinciden en que son evidentes los cambios de sus hijos respecto a su relación con otros niños y con ellos mismos. Juegan, hablan cada vez más y van comprendiendo que el episodio que vivieron no los define. Además de “arte terapia”, el proyecto incluye psicoterapia individual, sesiones grupales, espacios recreativos y sesiones con los padres y apoderados para garantizar ambientes seguros.

Durante las sesiones de arte terapia, los niños no conocen los diagnósticos de otros participantes para evitar la revictimización. Con ello se busca que se sientan en espacios seguros para volver a socializar.
Durante las sesiones de arte terapia, los niños no conocen los diagnósticos de otros participantes para evitar la revictimización. Con ello se busca que se sientan en espacios seguros para volver a socializar.

La tarea, sin embargo, tiene que ir de la mano del acceso a justicia. Los padres de Manuel, por ejemplo, sienten que todo lo avanzado se paraliza cada vez que llega notificación del proceso que no pasa de la etapa de investigación preliminar en fiscalía: “Queremos que todo quede en el olvido, pero aún no tenemos justicia. Cada vez que vemos una notificación es como si todo volviera a pasar. Eso nos consume”, dice su madre. Lo peor de esa impotencia es no saber si algún día el capítulo judicial se cerrará. Mientras tanto, esta vez, son ellos quienes se refugian en el ánimo que Manuel va recuperando.

*Pseudónimo para proteger su identidad.

Debes saber
Medios de ayuda

Si eres víctima o testigo de violencia de género, puedes denunciar o buscar orientación en:

Línea 100: La llamada es gratuita al número 100, desde un teléfono fijo o celular desde cualquier parte del país. La Línea 100 funciona las 24 horas, todos los días de la semana. También está el CHAT 100 en este enlace.

Acude a los CEM: En este enlace puedes acceder a las direcciones, horarios y teléfonos de los Centros de Emergencia Mujer que existen en el Perú.

Línea 1818: El Ministerio del Interior tiene a disposición de la población la Central Única de Denuncias 1818, la cual sirve para reportar un tratamiento inadecuado en alguna dependencia policial del país.