Mario Ghibellini

Al ministro le ordenaron hacer 20 planchas y él hizo 25. No son ciertas, sin embargo, las versiones que afirman que tuvo que ‘ranear’ tres veces alrededor de Palacio como castigo por sus comentarios sobre la administración que preside la señora . “Definitivamente es un gobierno débil”, fue lo que dijo esta semana el titular de Economía durante una entrevista en RPP (en la que metió la pata tantas veces que uno habría creído que aquello era el paso forzado de alguna danza tradicional huambisa). No apuntó, desde luego, algo que no salte a la vista del común de los mortales que se mueven por el territorio nacional, pero su sinceridad hizo que ardiera Troya. Pocas horas después, en efecto, su jefecita apareció ante las cámaras de los medios sosteniendo con energía todo lo contrario. “No somos un gobierno débil”, tronó la mandataria. “Somos un gobierno sólido, fuerte y unido, a pesar del ruido político”. Y, por si cupiesen dudas del hecho de que estaba desautorizando y dejando sin piso al responsable del MEF, añadió que, a pesar de no tener bancada en el Congreso, su gobierno cuenta con “grandes amigos” –'waykis’, digamos– entre los grupos parlamentarios que animan habitualmente el pleno y que es el que “tiene mejor relación con el Legislativo”. Una minuciosa refutación de las razones que Arista había esbozado en la entrevista radial para explicar por qué el Ejecutivo “no tiene la fuerza suficiente para generar un balance en la parte política”.

En otra época, semejante jalada de alfombra habría provocado la renuncia del funcionario humillado, pero en los tiempos reñidos con la vergüenza que vivimos, eso es un postulado fantástico. El ministro optó simplemente por encajar los sopapos y hacer las simbólicas planchas a las que aludíamos al principio. Es decir, por poner en práctica la que parece ser la mayor de sus habilidades: pedir perdoncito.


–Actos de contrición–

En el último mes, como se sabe, el titular de Economía ha musitado palabras de arrepentimiento frente al presidente del Congreso, frente a una periodista que formaba parte del panel que lo entrevistó en la radio y, de acuerdo con el ministro de Transportes y Comunicaciones, , frente al y la presidente Boluarte por su “exceso verbal”. De esos tres actos de contrición, sin embargo, el único que le tocaba realmente acometer era el segundo, pues estaba relacionado con una auténtica pachotada pronunciada al aire en un intento por hacerse el gracioso a costa de la vida privada de quien le estaba planteando preguntas incómodas. En los otros dos casos, en cambio, ha pedido disculpas por decir la verdad. Esto es, por aseverar, en primer lugar, que los congresistas que votaron a favor del séptimo retiro de fondos de las AFP habían sido populistas y estaban a la caza de votos para convertirse en senadores; y, en segundo término, que este gobierno es débil... Una realidad que se prueba, precisamente, con el gesto de sometimiento que se vio obligado a protagonizar ante el presidente del Legislativo.

Una cosa, no obstante, es que un gobierno sea débil y otra, que quien lo encabeza pegue solo tortazos de salva. Este último, de hecho, no daría la impresión de ser el caso de la señora Boluarte. Queda claro que, cuando está en posición de ventaja, ella no escatima energías en las descargas de reprimenda.

Eso es lo que, dolorosamente, ha aprendido en estos días Arista, quien, en su inexplicable afán por permanecer adherido al fajín que adorna su cintura, debe estar ensayando para sus adentros variaciones de los éxitos de Soda Stereo. Totales desgracias o, mejor todavía, desgracias totales.





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Mario Ghibellini es Periodista