Diego Arroyo

Los griegos abrazaron el término y conceptualizaron a la como el arte de vivir en sociedad. El ateniense confiaba en la política y, sobre todo, en sus gobernantes, ya que antes de ser elegidos –mediante sorteo– debían pasar una prueba que demuestre su capacidad.

El es muy diferente a . La confianza en los políticos está en picada. Según el Barómetro de las Américas (2021), el país lidera el ránking de percepción de corrupción en los políticos.

Tres exmandatarios recluidos en el penal de Barbadillo –Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y Pedro Castillo– demuestran otra diferencia abismal con Atenas: la ausencia de una clase política apta.

De acuerdo con el Observatorio Nacional de Prospectiva, en las elecciones del 2021 se registró una caída considerable de participación por una “desafección política generalizada”. Ante un electorado desinteresado, la clase política no recibe la fiscalización que debería por parte de los ciudadanos, quienes deberían ser los más interesados. Este escenario hace que la frase del teórico político Joseph de Maistre cobre fuerza: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Pero vivir como teoriza Maistre mantiene al Perú en una espiral de retroceso, pues un mal gobernador no es compatible con cambios reales.

Un análisis realizado por EC Data expuso que 10 regiones del Perú, encabezadas por gobernadores con un alto nivel de denuncias acumuladas en la fiscalía, han ejecutado menos de la mitad de su presupuesto en proyectos.

Se trata, lamentablemente, de los mismos políticos que llegan al poder gracias al voto popular, como manda toda democracia representativa. Frente a ello, surgen dos interrogantes: ¿cómo formar electores informados? ¿Quién tiene la tarea de hacerlo?

En un principio, el trabajo es transversal, pero el rol del periodismo viene a ser crucial en la formación de ciudadanos conscientes del impacto que su voto puede tener en el sistema democrático. Los medios deben brillar no solo en la revelación de actos de corrupción de la clase política, sino también trabajar desde antes para que esos malos políticos no lleguen al poder. No obstante, un buen trabajo periodístico se pierde si no conquista la atención de todo lector.

En ese sentido, el gran reto del periodismo del siglo XXI es volver atractivos y digeribles aquellos temas serios que no pueden ser víctimas del scrolleo. Para ello, la multimedialidad, las tendencias digitales y el estudio de audiencias se convierten en grandes aliados.

Con un periodismo que prevenga, fiscalice y llegue a todos los niveles de audiencia con un mensaje potente que cale en ella, el Perú estará a un paso más de olvidarse de Barbadillo y parecerse un poco más a Atenas.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Diego Arroyo es estudiante de Periodismo en la Universidad de Piura