Rolando Arellano C.

Mientras que en Japón se come pescado crudo con shoyu (sillao japonés), en el Perú le ponemos cebolla, limón, ajicito y kion, para un gran cebiche. Lo mismo sucede en las aplicaciones de la tecnología digital, que aquí funcionan mejor con una mistura entre lo físico y lo virtual. Veamos.

Mientras que en muchos países desarrollados la compra por Internet –desde la elección hasta la entrega– se hace sin salir de casa, nuestros estudios muestran que en el Perú la mayor parte de operaciones se hacen de manera mixta. Así, muchos usuarios del ‘e-commerce’ (que, dicho sea de paso, son una minoría de la población) prefieren elegir por Internet, pero luego comprar en tiendas físicas. Otra opción que se elige mucho es comprar por Internet y luego ir a recoger el producto (físico) a la tienda. ¿Y la tercera? Visitar tiendas para escoger y probar lo que se busca y luego comprar por la web. Siempre mezclando ingredientes.

Si en otros países la elección entre la educación presencial o la virtual es muy clara, aquí las mezclas tienen preferencia. Mientras que llevar una carrera totalmente a distancia es allá una opción popular, nuestros estudiantes peruanos quieren una combinación de presencialidad y virtualidad. La presencialidad que les permita la vinculación social y la presión para no abandonar los estudios, junto con la virtualidad que les disminuya las presiones de transporte. Más aún, nuestros hallazgos indican que eso no es permanente, sino que varía a lo largo del tiempo, mientras los estudiantes maduran.

¿Será que nos comportaremos siempre así? Nadie lo puede asegurar, pero sí es claro que eso dependerá del tipo de relación que cada uno tiene con el mundo virtual. En nuestro “Barómetro Arellano de Digitalización” encontramos cuatro grandes segmentos de peruanos cuya conexión con lo digital es muy diferenciada. Están allí desde los absolutamente desconectados de Internet, hasta los usuarios relativamente intensos de las funcionalidades de la web. Aunque, adivinó el lector, en el medio están los dos grupos mayoritarios, que hacen siempre una “mistura” de lo físico y lo virtual. Si se tratara de comida japonesa, el primer grupo sería de aquellos a los que el sashimi les parece una comida que no se terminó de preparar, mientras en el otro extremo estarían los fanáticos del sushi, dispuestos a pagar por un ‘all you can eat’. Pero la gran mayoría está todavía al medio, poniéndole ají al shoyu o pidiendo ‘rolls’ acebichados.

¿Es nuestra manera de actuar más o menos buena? No hay una respuesta única. Pero lo cierto es que, si queremos aprovechar las inmensas ventajas de lo digital, lo mejor es adaptarse a lo que el mercado define como más conveniente.

Rolando Arellano C. Arellano Consultoría para Crecer