Mario Saldaña

Sucedió con , y . Hoy se encienden las alarmas en torno de que Dina Boluarte no va a desentonar y mantendría esa inexorable tradición presidencial de permitir que familiares cercanos, con el pretexto de la confianza parental, intercedan, negocien y decidan sobre la cosa pública.

Como buen país desinstitucionalizado, sin partidos políticos reales, gobernantes que llegan al poder por fruto del azar y en medio de un semipresidencialismo con poca contención, se terminan encaramando estos personajes y camarillas en la sombra que comparten (o se superponen en) el ejercicio del poder con los estamentos oficiales, como la propia presidencia, el Consejo de Ministros y los asesores nombrados.

Hasta en eso somos chichas. Es como el Perú real y el oficial. Las rutas de colectiveros informales versus los transportistas con concesión.

Pero, vamos, en el caso de el hecho tendría un doble agravante. En primer lugar, porque su presencia hoy en Palacio obedece a un golpe de Estado de su antecesor para evadir torpes y abiertos casos de corrupción en los que participaron los propios parientes de Pedro Castillo y su camarilla de turno.

Y, en segundo lugar, porque permitir que un pariente como su hermano tome decisiones de alto nivel en las sombras expresaría un garrafal error de diagnóstico sobre el alcance de la permisibilidad de un Congreso que se quiere quedar (es verdad), pero que, una vez destapado un escándalo de corrupción de grandes proporciones, no tendría más remedio que acudir a la figura de la vacancia presidencial.

Agréguese que hace no mucho la propia mandataria sorteó, con no poca dificultad, las acusaciones sobre el apoyo económico recibido durante su campaña electoral personal del 2021 de parte de personajes tan cercanos a Castillo como el señor .

Haría bien la presidenta, si su permanencia hasta el 2026 es crítica y si realmente desea evitar que el manto de la corrupción la cubra, alejar lo máximo posible la influencia de su hermano , cortar cualquier trama que este haya construido o intentado construir en el aparato del Gobierno Central o los subnacionales (personajes incluidos) y, transparentemente, dejar abierta la posibilidad de cualquier investigación.

Si a la medianía que el gobierno exhibe en varios rubros de la gestión pública se suma un caso de corrupción que toque personalmente a la mandataria, sea incluso por la negligencia de no ver o de no querer ver, estaríamos ante un autogol olímpico.

Ojalá todo sea un exceso de suspicacia y nada más.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Saldaña C. es periodista