Celebrando a Szyszlo, por Mariella Balbi
Celebrando a Szyszlo, por Mariella Balbi
Mariella Balbi

Cumplir 90 años no es cosa fácil. Requiere sabiduría, cautela y arrojo a la vez, pero también saber llegar bien. Como dicen, entero. Afortunadamente, los 90 de han sido una celebración, un canto a la vida y al arte. Su capacidad creativa es sin duda el gran impulso para que tenazmente siga buscando pintar el cuadro que aún no aparece.

Estamos ante un artista versátil, lo que no es muy frecuente. Se conocen más sus lienzos de mediano y gran formato. Estos últimos se multiplican en dípticos y trípticos seductores al ojo. Al verlos, uno empequeñece y se pregunta cómo habitar un espacio de dos metros y que este nos convoque y produzca tantas emociones. Cierto que en el conjunto de su obra priman los cuadros. Pero la versatilidad de Szyszlo es inmensa y con buenos resultados.

Las esculturas pequeñas, hechas en bronce, son atrapantes y, para pesar de algunos, son pocas; quisiéramos más. Aunque a Szyszlo no le agradan el polvo ni la suciedad que implica su realización. Las de mayor tamaño están en lugares públicos, siempre refinadas, impactantes. Además tenemos vitrales hermosos, murales en pepelma, cajas de madera misteriosas, un conjunto de obras que nos revelan lo vanguardista que es nuestro amigo Szyszlo. 

Piense que él comenzó algo tarde en la plástica, venía de la arquitectura. Descubrir su vocación de pintor fue –como refiere– su camino de Damasco. Una revelación y un desafío. El artista solo quiere vivir para su obra y de esta. Siempre ha sido difícil la relación entre el creador y el mercado, incluso puede poner en cuestión si uno realmente tiene talento para este oficio. Póngase en la piel de quien se dedica al arte, ¿si no vende, quiere decir que no es bueno?

Cuando joven, Szyszlo pasó un buen tiempo sin vender, pero nunca abandonó su vocación, no podía. Era y es como dejar de respirar. El 5 de julio pasado, cuando llegaron sus 90, pintó con la misma pasión de siempre; mañana inaugura una muestra de gran formato en la galería Forum. Hoy una exposición de sus grabados. Luego viene una retrospectiva en el MAC, y así la vida, nuestro artista renace cada día con la misma convicción: solo el arte tiene las respuestas.

No se piense que Szyszlo es solo pinceles, lienzos y bronces. Es mucho más, estamos frente a un imprescindible. La memoria que tiene es prodigiosa y envidiable, regalándonos anécdotas, frases fantásticas que nos ilustran y nos mejoran la vida. Es un placer escucharlo hablar sobre personalidades que conoció: , Breton y el movimiento surrealista, Neruda, Arguedas, el indigenismo y tantos otros. Conversar con Szyszlo no tiene pierde, siempre es un regocijo, un asombro y una risa. Su sentido del humor es grande. Como es memorioso, cuenta chistes perfectamente (hacerlo bien es un arte) y disfrutamos de la hilaridad.

Este librepensador no es ajeno a la política, la ha practicado y la sigue con pasión. Queda mucho por decir de este hombre superlativo, a quien todos admiramos. De madre iqueña, hermana de , Szyszlo recuerda con nostalgia sus dotes reposteras. En especial, “una suerte de gelatina de uvas. Tenía un color verde limón, como de uva Italia, y con pedazos de fruta. Se comía con queso cuajado”. He buscado la receta sin éxito. Si alguien la conoce, regálesela a Szyszlo por sus 90.