Si cae Jara, que no sea por la DINI, por Fernando Vivas
Si cae Jara, que no sea por la DINI, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

La política peruana va camino a un harakiri con cuchillo de payaso: forzar la censura de por el Caso ‘Wikidini’ –o su renuncia para conjurar el descalabro que implicaría la posibilidad de disolver el Congreso– es un despropósito.

Que Congreso y Ejecutivo, o sea, políticos oficialistas y opositores, se desangren por una intriga que el pueblo ni sigue ni entiende, sería una derrota para todos. No hay ganadores ni perdedores en los escándalos ocasionados por los pervertidos servicios de inteligencia de los gobiernos, a no ser, claro, la ganancia de subalternos que, en el río revuelto, fondearon a un fiscalizador que obstruía sus negociados, ajustaron cuentas con un rival corrupto o se divirtieron proporcionando portadas a los medios.

A la gente, o sea, a ‘la calle’ (la nueva categoría que ha suplantado al pueblo), no le interesa el espectáculo de opositores arañándose porque la DINI indagó en su data de dominio público y de oficialistas improvisando excusas bobas (como la del siempre elocuente vocero de la bancada de Gana Perú, , que le dice a “Perú21” que esas pesquisas se enmarcan en la función del Estado de proteger a los ciudadanos). Son intrigas en las enrarecidas alturas, miserable ‘reality’ politiquero. 

Pretender llevar esos enredos hasta las últimas consecuencias –“me la tumbo a Anita aunque empodere a Humala de facultades disolutivas”, “inhabilito a Alan aunque este me mande toda su artillería secreta del Ministerio Público y el Poder Judicial”– es guerrear de espaldas a la agenda que sí preocupa a la nación: seguridad, desaceleración de la economía, reforma del Estado para hacer las cosas más fáciles a los emprendedores, inversión en infraestructura, educación, salud. 

Tras decir todo esto, no me he pasado al bando oficialista, ni justifico el seguimiento de la DINI a civiles inocentes. Lo que quiero es subrayar que si los políticos siguen concentrando su puntería en intrigas y judicializaciones de políticos, se distanciarán de la calle más de lo que ya están. Nadie va a hacerse de una épica propia ni ganar las elecciones porque se tumbó a una primera ministra denunciando conspiraciones de pacotilla; pero sí, tal vez, porque fue el defensor de algunos de esos grandes temas de agenda ante el déficit de inversión y de atención que merecen de parte del Estado.

Congreso y Ejecutivo han tenido muchos exabruptos autodestructivos en las últimas temporadas. Repartijas y comisiones ad homínem por un lado, gratuitas provocaciones a la oposición por el otro lado (a través de Cateriano y Urresti), enrarecieron la atmósfera. Jara se la pasa a la defensiva y no atina a hacerse de una agenda proactiva, ligada a desastres recientes como los huaicos de Chosica y el accidente vial en Huarmey. Tan urgida está de un tema que le permita evadirse del ‘wikidini’, que tuiteó sobre el escándalo de la ensalada de cucarachas en “El último pasajero”.

Caray, se nos está extraviando la política pública, de gestión y construcción de futuro, en dar de comer a los intrigantes. Que los opositores censuren en nombre de la gran agenda, no de sus propiedades oteadas en la o de sus casas regladas. Tienen razón en molestarse, pero sus electores no compartirán su soberbio malestar.

Y que Ana Jara, caramba, haga portadas con anuncios importantes de inversiones, iniciativas legislativas, planes estratégicos.