Gisella López Lenci

Sea la opinión que uno tenga sobre y el actual presidente Luis Arce –su exministro y otrora aliado–, las cifras no mienten. ha sido uno de los países más estables económicamente de la última década (o incluso antes), pues supo aprovechar la bonanza de las materias primas, incluyendo sus hidrocarburos, al mismo tiempo que implementó importantes políticas sociales que inyectaron confianza en la mayoría de la población.

Se ha hablado del “milagro económico boliviano”, que logró crecimiento además de una de las más bajas de América Latina (3,1% en el 2022), pese a que el tipo de cambio es fijado por el Estado (6,96 bolivianos por dólar). Pero el milagro se está convirtiendo en pesadilla. Desde marzo hay una acuciante escasez de dólares y la alarma ya se encendió. ¿Cómo es posible que un país con una ingente cantidad de recursos hidrocarburíferos ahora tenga que importar combustible? ¿Por qué las reservas internacionales se han agotado de tal forma que han pasado de un pico de US$15.500 millones en el 2014 a un mínimo histórico de US$3.500 millones en lo que va del 2023? ¿A dónde se fue todo ese dinero?

Según Juan Antonio Morales, expresidente del Banco Central de Bolivia, el país vecino acumula déficits fiscales elevados desde el 2015, que han sido financiados con créditos del mismo banco central, lo que ha llevado a consumir las reservas internacionales de manera preocupante. Esto, además de la caída de los precios internacionales del gas, la poca inversión en industrialización y el mantenimiento de los subsidios, básicamente con fines políticos. De hecho, el consumidor boliviano paga apenas la mitad de lo que cuesta en realidad un galón de gasolina.

El detalle es que esta crisis de moneda extranjera –que podría acarrear devaluación y, por ende, el disparo de la inflación– se da en medio de una guerra sin cuartel entre el presidente Arce y su exjefe, Evo Morales, que no duda en criticar abierta y continuamente a su exministro quien, además, fue el responsable de la economía del país durante los tiempos de bonanza.

La actual crisis, obviamente, le favorece al líder cocalero que sigue dividiendo las aguas para poder llegar nuevamente a la presidencia en el 2025, teniendo en cuenta que la oposición boliviana está casi acéfala. Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz, fue convenientemente detenido el año pasado y no han aparecido en el horizonte personajes que realmente puedan disputar la jefatura de Estado.

Los casos de corrupción en el gobierno no ayudan al actual mandatario, que pretende buscar la reelección. El más reciente fue el de Juan Santos Cruz, titular del despacho de Medio Ambiente y Agua, acusado de recibir sobornos por US$2,7 millones. Se trata del segundo ministro que está tras las rejas.


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Gisella López Lenci es periodista