El sol no brilla para todos, por Franco Giuffra
El sol no brilla para todos, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

Se fue el nuevo sol. Sin conmoción, en medio del fragor de la batalla electoral, cuando menos se esperaba. Una ley del Congreso, buscando “agilizar las transacciones económicas y adecuarlas a la realidad actual”, lo mandó a mejor vida en diciembre pasado. Tras veinticinco años de servicio leal al sistema monetario, cedió al posta al sol. 

Es saludable que el cambio no haya sido para reemplazar los ceros de una moneda anterior, como ocurrió con el inti en 1985 y, de forma superlativa, con el inti millón de 1991, tras la bomba atómica del primer aprismo, en cuyo gobierno la hiperinflación estableció récord mundial. 

En este caso, cambiamos de denominación, pero no de valor. Un mérito del programa de estabilización de Alberto Fujimori y de la prudencia macroeconómica que han sabido mantener los gobiernos desde entonces.

No queda claro, sin embargo, si necesitábamos esta ley. Ya estábamos acostumbrados a hablar en soles en la calle y a escribir en nuevos soles cuando la cosa era formal. Una solución espontánea que era perfectamente funcional. 

Sobre todo porque junto con el cambio de nombre, de nuevo sol a sol, se ha establecido que el símbolo de la nueva moneda ya no será “S/.” sino “S/”, sin el punto. Una modificación tan poco sustantiva que hasta parece una broma. 

Digamos que ha sido un cambio que nos trae muy poco pero que nos puede costar mucho. Una circular del Banco Central de Reserva (BCR) echa más luces sobre el tema y anticipa por dónde vienen los inconvenientes. Durante el 2016, dice, pueden coexistir ambas denominaciones y símbolos en los contratos, cheques, valores, precios, registros contables y transacciones en general.

¿Quiere decir que el 1 de enero del 2017 ya no se podrá escribir nada en nuevos soles? ¿Qué pasará si una factura se emite en ese momento con el símbolo “S/.” en lugar de “S/”? ¿No tiene valor tributario? La respuesta es simple: no se sabe con certeza. Ninguna autoridad lo ha precisado.

Como suele ocurrir, en la minucia regulatoria están los problemas y este caso parece que no será la excepción. Ahora las empresas están dilucidando con sus asesores contables las consecuencias de mantener la denominación y símbolo antiguos y, al mismo tiempo, dedicando decenas de miles de dólares a modificar sus sistemas informáticos para incorporar estos cambios, incluyendo retirar el ridículo puntito del símbolo.

No era necesario ni eficiente distraernos con una modificación que consume recursos valiosos, en un año de estrechez, para dedicarlos a un asunto cosmético.

Sobre todo porque el propio BCR no se va a despeinar. Ya anunció que las monedas y billetes que hoy tenemos, todos denominados en nuevos soles, seguirán circulando válidamente de manera indefinida. Poco a poco y sin mayor prisa, empezarán a acuñar e imprimir soles recién a partir del 2017.

Es decir, bajo el auspicio de una norma que buscaba adecuar las transacciones a la realidad, las empresas tienen hasta diciembre para cambiar sus sistemas, papelería y procedimientos, pero el BCR puede seguir manteniendo la difunta moneda todo el tiempo que le resulte conveniente. 

La alternativa regulatoria en este caso es evidente: permitir a las empresas y a la economía en general funcionar en nuevos soles, por lo menos hasta que el BCR sea capaz de sustituir físicamente esa moneda. ¿No sería lo justo?