¿Encuentro o desencuentro?, por José Antonio García Belaunde
¿Encuentro o desencuentro?, por José Antonio García Belaunde
Redacción EC

Se realizó en Chile, no hace mucho, una reunión de cancilleres de la Alianza del Pacífico y del Mercosur. La clausura la hizo la presidenta , y hay que reconocer que su discurso parecía bastante más realista que el del canciller Heraldo Muñoz, quien, desde el inicio de su gobierno, venía insistiendo en la necesidad de la convergencia entre ambos procesos, proyectando un vehemente deseo que parecía ignorar las realidades económicas tan distintas de ambos bloques. Todo ello como si el discurso político per se pudiese superar, fácilmente, la grandes contradicciones que hay en esa relación. Muy parecido a lo que decía el Perú al inicio de la administración Ollanta Humala. 

Ahora en Chile, como entonces aquí, se pretende ideologizar el tema cuando en verdad la cuestión es muy simple: mientras que la Alianza del Pacífico es un proceso abierto al mundo y de integración económica profunda, el Mercosur responde a criterios de proteccionismo setentero y con una integración que esconde sus falencias. Restricciones al comercio entre ellos mismos, arancel común perforado reiteradamente y ningún intento serio de liberalizar el comercio con terceros. Querer juntar esas dos integraciones es repetir la crisis de la Comunidad Andina.

Hagamos un poco de historia. La Comunidad Andina se encontraba, desde el 2006 que se retiró Venezuela, en una crisis severa. Su salida hizo evidente que no todos los socios querían lo mismo de la integración y que sus posiciones eran casi irreconciliables respecto a la inserción en la economía mundial. Debido a que Alan García buscaba una integración eficaz y no retórica, a partir de las valiosas contribuciones de los economistas del Perú y Rodrigo Botero de Colombia se articuló un proyecto que, originalmente, pretendía involucrar a todos los países latinoamericanos ribereños de la cuenca del Pacífico. Como resultó muy difícil avanzar en ese camino por la cantidad y diversidad de socios y sus posiciones, el propio García, al final de su mandato, convocó a Lima a los presidentes de Chile, Colombia y México para lanzar la Alianza del Pacífico. Al hacerlo privilegiaba, por primera vez, la afinidad de políticas económicas sobre el criterio exclusivo de vecindad que siempre definió a los procesos de nuestra región, con los resultados insatisfactorios que conocemos.

Mucho se ha dicho respecto al sesgo o rasgo político de la Alianza del Pacífico. Pues la verdad es que no lo tiene. Fue ideada como mecanismo para la profundización de la integración económica y comercial a diferencia del ALBA, que es un proceso ideologizado y que, además, realiza poco en materia de integración económica y comercial; difícil, pues, hallar compatibilidades. En cambio, con la Unasur, que es un esquema de integración física y de cooperación política, es posible ser complementarios y trabajar, con razonables expectativas, en el desarrollo de la infraestructura física, y en el diálogo y la coordinación política. 

Lo que no debemos hacer es repetir el pasado; ilusionarnos con negociaciones económicas y comerciales entre bloques tan dispares. Resultarían esfuerzos inútiles, nos desgastarían y, no poca cosa, perderíamos credibilidad.