Bendita la desconfianza, por Carlos Adrianzén
Bendita la desconfianza, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

En el 2006, Ollanta Humala y su cónyuge quisieron llegar a la presidencia por primera vez. Sus propuestas económicas espantaron a muchos electores, pues ambos querían que el Perú ingresara aceleradamente al círculo chavista. 

El pueblo peruano, sin embargo, ya había experimentado en carne propia el severo retroceso económico y político de la receta izquierdista-mercantilista. Por eso, el electorado eligió a otro candidato, cuya mayor virtud resultó ser opositor del chavista.

En el 2011, Humala ganó la elección por una mínima diferencia (3%). Tuvo que abandonar, silente, su oferta inicial y plantear un plan de gobierno al que llamó la hoja de ruta. Era un documento tan indeterminado –económicamente hablando– que podría servir como referente a cualquiera de las dos Coreas.

Luego los Humala iniciaron su mandato con el deseo de cambiar la Constitución (con el apoyo de la izquierda). Por fortuna, frente al precario liderazgo de la pareja presidencial, se moderaron. 

Pasado el tiempo, cuando observamos cuántas iniciativas económicas desatinadas de Palacio fueron neutralizadas en el Congreso (y fuera de él), descubrimos que nos pudo haber ido mucho peor. 

Tenían colaboradores ineptos, activistas y apoyo externo, pero, felizmente, los peruanos presionamos para que el gobierno no cambiara la Constitución ni comprara de manera poco transparente los activos de una firma petrolera española. 

Sin embargo, no evitamos que se bloqueen inversiones mineras y no mineras ni que se infle el gasto estatal a escalas difíciles de sostener (sin realizar reformas), mientras nos paralizaban con impuestos y regulaciones absurdas. 

Pronto escogeremos un nuevo gobierno. En el panorama observo que la retórica y las confusiones abundan. 

Así, en la reciente conferencia anticorrupción organizada por la contraloría, un candidato repitió que la presión tributaria era de 15,3% del PBI. El problema es que –si se mide bien e incluye a todas la cargas corrientes a privados para financiar gastos estatales– es de 20,6% a fines del 2015. 

Subestimar la presión tributaria es algo crucial para quien anticipa clavarnos más impuestos. 

Otro candidato, tras diagnosticar coherentemente que las causas básicas de la corrupción burocrática actual serían la falta de transparencia, la discrecionalidad y las licencias monopólicas, nos ofreció, suelto de huesos, más burocracia para acabar con la corrupción. 

Mucho ojo con quien elijamos, pues en el poder nos querrán endeudar y llenar de impuestos. Muy difícilmente enfrentarán las raíces de la corrupción. 

Igual que en el caso de los Humala, aquí no cabe confiar. La historia nos condena. Muy rara vez elegimos líderes con visión y honestidad.