Editorial 1: Regreso sin gloria
Editorial 1: Regreso sin gloria

Menos de dos meses le duró al gobierno el propósito de participar en las elecciones del próximo año con un candidato que propusiera ideas, en lugar de dedicarse, como casi todos, a atacar a sus competidores por razones personales. Ante su pobre desempeño en las encuestas, el ex ministro de Vivienda fue, efectivamente, inducido hace dos semanas a tirar la toalla por las mismas autoridades humalistas que lo habían persuadido de buscar la postulación oficialista; y, sin mayor trámite, volvió al partidor.

Como se recordará, este último había depuesto originalmente sus propias aspiraciones en octubre pasado, pretextando los problemas judiciales derivados del Caso Bustíos. Pero, aunque en el nacionalismo no todos lo admitieran, era evidente que la imagen de camorrista que se había labrado desde que fue ministro del Interior pesó también en quienes vieron por conveniente retirarlo de la carrera.

Ahora, sin embargo, Urresti afirma que el proceso que enfrenta “ha dado un giro de 180 grados” y se encuentra en su fase final, por lo que dispone nuevamente de tiempo para su campaña: un vaticinio legal que tendrá que ser validado por la realidad. Pero con prescindencia de ello, resulta decepcionante comprobar que, en lo que concierne a su manera de enfrentar la competencia electoral, sigue siendo lo mismo que antes. Es decir, una usina de agravios y un desierto de ideas.

Desde que anunció su reestreno como candidato, ha dicho, por ejemplo, que “es de una raza distinta porque tiene cuatro doctorados y seis maestrías, pero sin haber hecho primaria”. O, en referencia al pacto entre el PPC y el Apra, que “han hecho una alianza estratégica la candidata de los ricos con el candidato de los narcos”. Y en alusión a las diferencias entre su postulación y la de Keiko Fujimori, ha sentenciado: “Mi papi no ha sido presidente”.

Sobre los planes que desarrollaría en un eventual gobierno suyo, en cambio, todo son generalidades o promesas de precisiones futuras. Un regreso, literalmente, sin gloria.