(Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
(Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
Alfredo Torres

Las sobrecogedoras imágenes de los camiones incendiados en que se trataba de llevar ayuda humanitaria a ; los muertos y heridos en la desesperación por rescatar algo de esos alimentos y medicinas; y el desprecio con el que bailó salsa esa tarde en un evento “en defensa de la revolución” dejaron un sabor amargo, pero también la sensación de que el final de la dictadura venezolana ya está cerca.

El retorno del presidente encargado a Venezuela en los próximos días puede precipitar los acontecimientos. Puede ser detenido o incluso asesinado. El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, ha declarado que “todas las opciones están abiertas” y, según encuestas privadas, un amplio sector de los venezolanos estaría de acuerdo con una intervención “quirúrgica” estadounidense para salir de Maduro. El Grupo de Lima se ha opuesto rotundamente, pero el presidente ha tenido declaraciones muy duras contra Maduro en Florida y podría creer que su derrocamiento podría ayudarlo a ganar los votos del exilio cubano en ese “swing state”, clave para las elecciones del 2020.

Una intervención militar sería fatal para la imagen de Estados Unidos en América Latina y victimizaría a Maduro y a sus secuaces. Es cierto que en Venezuela ya existe una intervención militar cubana significativa –el secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha calculado que más de 20 mil agentes de inteligencia y “cooperantes” cubanos operan en Venezuela–, pero el pueblo latinoamericano es mucho más sensible a una intervención del gigante norteamericano que de la pequeña Cuba.

Algunos analistas creen que Estados Unidos podría repetir el operativo militar que ejecutó en Panamá en 1989. La intervención concluyó con la captura del general Manuel Noriega, gobernante de facto de Panamá, buscado por narcotráfico. Pero Venezuela no es Panamá y el riesgo de que se desate un conflicto que cobre muchas vidas hizo que incluso Jair Bolsonaro, presidente de Brasil y ex militar, se pronunciara en contra de una intervención armada.

No está claro si Maduro caerá en semanas o meses, pero es muy importante que su expulsión del poder tenga amplia legitimidad y que América Latina saque las lecciones de su fracaso. Por ejemplo, hay quienes sostienen que el responsable de la crisis humanitaria venezolana es Maduro –al que reconocen como inepto y corrupto– y no el modelo económico y político que impuso . Eso es tremendamente falso. Si Chávez viviera, la tragedia de Venezuela sería igual o peor.

Para recordar quién fue Chávez, ayuda la lectura del excelente libro de Michael Reid, “El continente olvidado”. Chávez, que había intentado un golpe de Estado en 1992 y purgó prisión por ese motivo hasta 1996, ganó las elecciones de 1998 y logró cambiar la Constitución de su país para instaurar un régimen socialista en 1999. La economía empezó pronto a naufragar y, en el 2003, el PBI se había reducido al 85% de su nivel previo y la pobreza se había incrementado a 60%. Según cuenta Reid, lo salvaron la asesoría de agentes cubanos de inteligencia y los altos precios del petróleo que cuadruplicaron en el 2005 los ingresos petroleros anuales de Venezuela en comparación con 1998.

En lugar de invertir la bonanza petrolera en el desarrollo de su país, Chávez aceleró su revolución bolivariana: expropió 1.200 empresas, reforzó su autocracia centralizada, cerró medios de comunicación y despilfarró los recursos en programas sociales clientelistas y compra de costosos armamentos. Y, como recuerda Reid, Venezuela fue invadida por proyectos inconclusos y abandonados. En el 2016, Odebrecht reconoció que el país donde más había corrompido autoridades después de Brasil había sido Venezuela.

Los controles de cambio y de precios fueron otra enorme fuente de corrupción. La alianza con las FARC de Colombia convirtió a Venezuela en un centro de exportación de cocaína. Diosdado Cabello, primero vicepresidente de Chávez y luego presidente de la Asamblea Nacional y socio de Maduro, sería hoy, según fuentes vinculadas a la DEA, uno de los narcotraficantes más poderosos del mundo.

Al morir Chávez en el 2013 y dejarle el poder a su entonces vicepresidente Maduro, Venezuela había escalado posiciones en los ránkings de criminalidad, corrupción y pobreza, y había iniciado la hiperinflación que hoy conocemos, no por obra de la “burguesía parasitaria”, como decía Chávez, sino por obra y gracia de un modelo económico y político –el socialismo del siglo XXI– que es la causa de la mayor crisis humanitaria que ha vivido América Latina en lo que va del siglo.