"Receta", por Milagros Leiva
"Receta", por Milagros Leiva
Milagros Leiva

Quiero hacer un partido político. Es un negocio redondo. Si no te llega la plata sola, te llegará una tarjeta de crédito extendida en el nombre de la amistad como dice Heredia de Calderón. Ya pregunté a mis mejores amigas si pueden regalarme desde ahora una Platinum y me han mirado como si fuera una papa frita. A lo mucho, aseguran, me darán su tarjeta Bonus. Le pregunté a mi papá si me podía hacer depósitos en cash porque habrá empresarios que me querrán donar dinero y como no voy a tener tiempo por mis múltiples viajes y reuniones por todo el Perú, pues que le depositen a él y luego me transfiere. Mi papá me preguntó tantas veces qué rayos quería hacer en el banco que he comprobado lo que temí: su sordera ha aumentado (debo perdonarlo, ya tiene 85 años). Cuando mi señora madre comenzó a escuchar mis planes, me miró con esa cara que ponen las mamás cuando te ampayan en una travesura y me dijo que con la mujer que te ha parido no se juega. No me dio tiempo para pedirle su número de cuenta de ahorros. 

Siguiendo la receta de la política criolla, he pensado que desde el primer minuto tendré un abogado que un día le mienta al mundo y al otro le aclare al Perú. También pediré de saque a mi nuevo partido que pague mi sueldo porque la política es una chamba que no entiende de descansos, así que mínimo un aporte mensual, ustedes entienden. Pero no nos distraigamos y sigamos con el abogado: el elegido no perderá la compostura y logrará impedir por todos los medios que me abran investigación por lavado. Que use cualquier enjuague o argumento, pero a mí lavandera de activos no me van a decir. Ya verá cómo aclara las cosas si se descubren los depósitos; porque seamos sinceros, si los empresarios privados me depositan con el propósito de armar mi partido es casi un hecho que un porcentaje vendrá a mi cuenta personal, ¿o hago creer que no? Para salvarme pondré de excusas hartos préstamos. Mi entorno ayudará con depósitos en cash y si alguien osara olfatear en mi pasado contaré con aliados que me victimicen. Robamos menos, choreamos monse, envidiosos porque gané: ¿acaso una no puede comer un chocolate Godiva en Nueva York? Algo así tendrán que decir para que nadie investigue cómo un porcentaje de la donación extranjera llegó a mis manos. Eso tengo que evitar.

Lo más importante. En cualquier investigación que me abran yo misma insultaré al fiscal, al procurador y a los reporteros entrometidos. Diré que es un cargamontón concentrado, apelaré a la violencia de género y al final un hábeas corpus me salvará. ¿No me creen? Lo verán. Un hábeas corpus me salvará, salvo que exista un juez decente que crea que en el Perú nadie tiene corona y que cuando hay indicios y sospechas suficientes se tiene que investigar.