(Foto: USI)
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Juan Carlos Tafur

Si Pedro Pablo Kuczynski logra superar el trance de la vacancia, debería aprovechar para tratar de reconstituir un eje político que involucre al fujimorismo en una apuesta común por afianzar una propuesta gubernativa de derechas. 

Que Fuerza Popular haya perdido la mayoría absoluta y esté en riesgo de una sangría permanente hace que gane la democracia, sin duda. El excesivo poder había desatado ímpetus cuasi golpistas en las huestes naranjas (como seguramente lo habría hecho, dicho sea de paso, con cualquier partido con esa cantidad de poder congresal frente a un Ejecutivo débil). 

Si bien el fujimorismo de Keiko mantiene intacta la posibilidad de jaquear al Gobierno, interpelar ministros o vetar proyectos de ley, se encuentra en una situación donde ya no caben apuestas maximalistas. Fuerza Popular está obligada por las circunstancias a negociar, sea con el Gobierno o con el resto de fuerzas de la oposición. Ese dato por sí solo es ya una buena noticia para la gobernabilidad. 

La mayor confianza que le debería otorgar al Gobierno saber que solo se le podrá vacar al presidente por un error tan contundente que sea capaz de enrolar a la izquierda, al fujimorismo y al menos a la bancada de Alianza para el Progreso (o juntar al Apra y a Acción Popular), debiera a su vez llevarlo a replantearse un horizonte de gobierno hasta el 2021 y la posibilidad de salir del espacio de supervivencia en el que ha navegado estos casi dos primeros años. 

Cuando PPK ganó la presidencia nadie se imaginaba el nivel de naufragio al que podía llegar lo que parecía una circunstancia idónea para que sumaran fuerzas la derecha tecnocrática de PPK con la derecha popular de Keiko Fujimori y así lograr un gran pacto derechista, capaz de emprender las reformas de segunda generación, postergadas o tramitadas a paso de tortuga, desde el 2000 hasta la fecha. 

El aprendizaje político de este lapso gubernativo podría o debería conducir a un entendimiento. En todo caso, hoy hay más posibilidades políticas que antaño de que algo semejante pueda ocurrir. 

Se equivocan groseramente los consejeros de Fuerza Popular que señalan que sería suicida llegar a algún nivel de coordinación con el Gobierno. Un cogobierno sí sacaría de carrera al fujimorismo para el 2021, pero no un mínimo acuerdo, por más que estemos ante un Ejecutivo con niveles de aprobación del 15%, como ha revelado la última encuesta de GFK. Véase si no, el crecimiento en popularidad de alguien que como Kenji le brinda respaldo pleno al régimen. O recuérdese cómo el fujimorismo fue acompañante amigable de Alan García y no perdió protagonismo electoral en el 2011 (si no ganó fue por errores políticos, no por haber apoyado al aprismo). 

PPK debe retomar la apuesta con seriedad. A las dos cumbres ocurridas entre él y Keiko ni siquiera llevó agenda. Debe dejar de mirar a Fuerza Popular como se mira desde la patronal a un sindicato. 

El espejo en el que tanto PPK como Keiko debieran verse es el de Ollanta Humala y Alan García, quienes durante el período 2011-2016 se enfrascaron en una guerra sin cuartel y terminaron ambos fuera de toda posibilidad política inmediata. 

La del estribo: ¿No es hora de que se reabra el complejo de cines de Larcomar? Hace un año y tres meses se produjo allí una tragedia, pero se supone que ha habido investigaciones y sobre todo se han efectuado correcciones técnicas. ¿De quién depende? ¿Del municipio de Miraflores, del centro comercial, de Defensa Civil? ¿O estamos ante indecisiones producto de la cercana campaña electoral municipal?