(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Torres

El presidente sorprendió con un mensaje a la nación valiente y muy sintonizado con la indignación ciudadana. Dedicó los primeros 40 minutos de su discurso a desarrollar sus ideas y propuestas para la lucha contra la corrupción y la reforma judicial y política. Gran contraste con su predecesor, que hace un año dedicó menos de 5 minutos para hablar de la corrupción y, cuando lo hizo, fue para enfatizar el impacto de Lava Jato en la economía. Entonces como ahora, la corrupción estaba en la primera línea de las preocupaciones ciudadanas.

Vizcarra entró al hemiciclo con la valentía con la que un torero ingresa a una plaza y, mirando a los parlamentarios, les espetó: “Tengo que decirlo, existen personas interesadas en que el sistema actual de justicia no cambie. La infiltración política y económica era un secreto a voces. Tal como está les resulta útil y funcional. Y para ello desarrollan diversos discursos o argumentos destinados a impedir, dificultar o retrasar un cambio”.

Y para los que dudaban todavía de su carácter, tomó partido con claridad: “El rol cumplido por el periodismo de investigación, así como el de los policías, fiscales y jueces que autorizaron judicialmente la interceptación de comunicaciones y vienen realizando una investigación, ha resultado fundamental para evidenciar lo sucedido [...] Si no se hubieran revelado los audios, todo continuaría igual”.

Pero su decisión más audaz ha sido la convocatoria a, por lo menos, cuatro referendos: la reforma del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), la no reelección de los congresistas, el financiamiento de los partidos políticos y la bicameralidad. Está claro que ha decidido apostar por gobernar con la opinión pública y en contra de una representación política que no solo obstruyó constantemente a su predecesor, sino que lo siguió haciendo durante su propio gobierno como cuando aprobó la llamada ley mordaza, que restringe severamente la comunicación estatal.

La decisión es audaz porque si bien todos los gobiernos convocan referendos para ganarlos, la historia demuestra que no siempre lo logran. En la OCDE, por ejemplo, de los casi 40 referendos convocados en los últimos 25 años, los gobiernos perdieron en la mitad, incluido el famoso ‘brexit’ en el Reino Unido. En la región también fue derrotado Juan Manuel Santos en el referéndum por la paz en Colombia y Evo Morales en el referéndum por su re-reelección en Bolivia.

De los cuatro temas en que Vizcarra ha planteado referendos, el que tiene más posibilidad de ganar es el de la no reelección de congresistas. En teoría, la experiencia parlamentaria debería dar sabiduría y los mejores congresistas deberían continuar. Lamentablemente no ha sido así y, con frecuencia, han sido los demagogos y vociferantes los que han logrado su reelección. A ese tipo de congresistas y a su agresividad se debe esta iniciativa y la alta probabilidad de su aprobación ciudadana.

Menos claro es el destino de los referendos que plantea Vizcarra sobre la reforma del CNM y el financiamiento de los partidos. Para la ciudadanía es evidente que el actual modelo del CNM no ha funcionado, así que se inclinaría por un cambio. Con respecto a los partidos, el rechazo que estos generan facilita la aprobación de cualquier referéndum que les quite recursos. El diablo está en los detalles: ¿Qué se va a plantear como alternativa en cada caso? Por ejemplo, el financiamiento público de las campañas puede ser una mejor opción al financiamiento privado, pero la población tampoco lo apoya. Y el problema mayor no es el financiamiento privado sino el financiamiento ilegal: cómo evitar que el narcotráfico y otras actividades ilícitas financien, por lo bajo, campañas electorales.

El referéndum más difícil de ganar será el de la bicameralidad. Las encuestas efectuadas sobre la materia muestran una opinión pública dividida, aun con la atingencia planteada por Vizcarra para que las dos cámaras se creen sin que se incremente el número actual de representantes. Por ejemplo, en Lima –donde reside la tercera parte del electorado nacional– el referéndum perdería si se plantea que la capital tenga el mismo número de senadores que Moquegua. Lima reclamará mantener su peso electoral. La solución podría ser el distrito nacional único.

Cualquiera sea el desenlace de los futuros referendos, está claro que Vizcarra ha asumido una posición de liderazgo que le da un nuevo aire. Su convocatoria a la ciudadanía para que lo apoye con denuncias a los corruptos ha sido muy bien recibida. La duda está en si podrá mantener este apoyo popular y si logrará, al mismo tiempo, contar con el voto aprobatorio de un Congreso a la defensiva para otras iniciativas que requiere para gobernar. Vizcarra ha mostrado gran audacia al salir al ruedo. Veremos ahora si tiene la destreza para doblegar al toro bravo al que se enfrenta.