Vizcarra tiene el 35% de acciones de C Y M Vizcarra S.A.C. (Foto: USI)
Vizcarra tiene el 35% de acciones de C Y M Vizcarra S.A.C. (Foto: USI)

Hace tan solo un par de meses señalaba en estas páginas la orfandad política en la que vivía el presidente (“”). Sin una coalición amplia y potente, y sin estrategia definida, los escenarios se pintaban difíciles para él y, por añadidura, para el país. Si bien todo indicaba que el fujimorismo respetaba el mandato constitucional ante la renuncia del entonces presidente Kuczynski, nada impedía que, si se encontraban puntos de diferencia, las cosas se tornasen violentas.

Pues bien, el panorama pinta cada vez peor.

Empezando con que –era claro entonces y es más claro ahora– el presidente Vizcarra enfrenta escenarios muy parecidos a los que enfrentaba el presidente Kuczynski. Sin una importante base de apoyo popular o algún tipo de alianza con una coalición amplia de partidos y operadores políticos, es muy difícil enfrentar una mayoría parlamentaria como la fujimorista, más aun cuando la misma siente (aún) que le han arrebatado el mandato presidencial. Por ello, ante la inviabilidad de algún tipo de acuerdo con Fuerza Popular, sería imprescindible establecer una conexión muy fuerte con la ciudadanía.

El mensaje de Fiestas Patrias cortó ese nudo gordiano con precisión. El presidente Vizcarra, gracias a medidas que la mayoría parlamentaria y de analistas entiende como demagógicas, logró establecer ese vínculo con la ciudadanía (apelando a la decepción generalizada que esta última mantiene con el fujimorismo y el manejo del Legislativo). En simple, el mandatario apostó por una estrategia política, y todo parece que le está funcionando: su aprobación pasó de aquel magro 35% en julio al 46% actual.

La estrategia de soportarse sobre la ciudadanía ante cualquier amenaza que presente el fujimorismo tiene, por supuesto, otra cara: el nivel de apoyo que logren estos últimos en la ciudadanía. Si bien cuentan con los músculos legislativos para emprender casi cualquier iniciativa política, estas tampoco pueden estar tan desarraigadas de las empatías populares. Tienen, a fin de cuentas, que pensar en su futuro político. Y eso es, justamente, lo que está ocurriendo.

Tanto como la bancada de Fuerza Popular pierden apoyo y capital político a una velocidad inusitada. El 15% de aprobación de la señora Fujimori y el 12% de aprobación del Congreso les dejan un margen de maniobra muy reducido.

En resumen, la herestética fujimorista (el arte de la manipulación política vía el uso de la agenda) pierde espacio frente a la retórica palaciega (el arte de la manipulación política vía la persuasión), y entonces se empieza a nivelar la cancha entre ambos actores.

¿Hacia dónde pueden derivar las cosas? En principio, el peor escenario es que el fujimorismo se aboque a la tarea de propiciar la caída del régimen; ya lo hicieron con el presidente Kuczynski y no existirían razones para no ir a por ello de ser necesario. La otra es que al nivelarse la cancha entre ambos, el Ejecutivo negocie en mejores condiciones. Una derivada es que el Ejecutivo, ante el embate fujimorista o la negativa de negociar en condiciones más razonables, fuerce el cierre del Congreso (escenario que, desde luego, es altamente incierto).

Es difícil identificar aún en cuál de los escenarios nos encontramos, pero todo apunta a que las próximas semanas se irá aclarando el horizonte. Ojalá me equivoque, pero parecemos encaminados a otro quinquenio perdido.