María Paula Regalado

“Es más que una experiencia culinaria” señalan los comensales de un lujoso restaurante ubicado en medio de una isla desconocida que pocos afortunados –y adinerados– tienen el privilegio de conocer. Después de pagar unos cuántos miles de dólares, un grupo de parejas elitistas estadounidenses se inscriben para conocer el exclusivo local del chef Slowik sin saber lo que les esperaba en esta particular cena. Así de sencillo como suena. Esta es la premisa de “”, la más reciente cinta de , un thriller psicológico que estuvo presente –aunque muy discretamente– en la temporada de premios que acaba de pasar y hace no mucho fue añadido a la plataforma Star + Latinoamérica.

Al igual que en “Triangle of Sadness”, sobre la que hablo en mi última columna, esta película busca también una crítica a toda voz a las clases millonarias, pero esta vez Mylod –reconocido además por su brillante trabajo en “Game of Thrones” y “Succession”– le agrega al guion un componente terrorífico que vuelve su concepto muy similar al de “Midsommar” de Ari Aster: lo que empieza como una experiencia aparentemente idílica va tornándose poco a poco en bizarra, violenta y sangrienta, en donde se destapan los secretos y pecados de los protagonistas.

Así, Slowik –encarnado por el entrañable – reúne a distintos personajes que ha estudiado a la perfección y vemos como poco a poco expone sus defectos y los enfrenta mutuamente, invitándolos a luchar por sobrevivir. Una particularidad de la película es que cada uno de ellos representa una tara de la sociedad y, finalmente, estos son los puntos que hacen infeliz al dueño del restaurante (que se incluye a sí mismo): están los empresarios ladrones, el esposo infiel, la crítica oportunista, el actor patán, el joven aspirante a chef a quien nada más parece importarle y su aparentemente novia que esconde también un secreto. Sin embargo, esta última representa un obstáculo en el camino del cocinero y es Margot –a quien da vida la elegantísima – la que tendrá a cargo el giro de la historia.

El dinero termina siendo una suerte de refugio no tan seguro para este grupo de atormentadas figuras, pues al final del día caen en la cuenta de que ni toda la plata del mundo podrá salvarlos del fatídico desenlace que les espera. Slowik, quien quizás esté incluso más perturbado que ellos y cuya frialdad –muy de Voldemort– podemos descubrir claramente en su mirada, tiene preparado un menú conceptual que incluye algunos elementos no habituales.

La elección de planos y movimientos de cámara acompaña muy bien la tensión que el director busca generar conforme crece el pánico dentro de la sala y, a pesar de los momentos de sangre, se trata de una película visualmente bella, pues el tema central del menú nos ofrece una serie de platillos finamente preparados, la majestuosidad del local y la elegancia de sus clientes. Pero es la propuesta musical la que, en mi opinión, logra que las pulsaciones por minuto se eleven cada vez más.

Hay cierto encanto en las películas que nos dejan con el corazón acelerado y el estómago revuelto. Y, aunque al final nos quedemos con más dudas que respuestas, “The Menu” es una de ellas. Deseará pensar dos veces antes de agendar su próxima cita romántica.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

María Paula Regalado es comunicadora