(Foto: Archivo)
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Daniela Meneses

“En el país, cerca de 8 millones de de 12 y más años celebran hoy el Día de la Madre”. La frase apareció en un mensaje que el INEI compartió en redes sociales y que fue rápida en desatar críticas. Ese mismo día, el instituto pedía disculpas: “Bajo ningún punto de vista la de una niña de 12 años puede ser motivo de celebración”.

Hagamos un repaso de lo que nos dicen las cifras. En febrero, “The Economist” publicó un artículo con un título que alerta sobre la situación regional: “Latinoamérica está perdiendo su batalla contra la maternidad adolescente”. El único lugar con un índice más alto de mujeres con hijos antes de llegar a los 20 años es el África subsahariana. Aunque los países están tratando de mejorar los números, las tasas de fecundidad adolescente han caído solo mínimamente en los últimos 30 años. De acuerdo con la ONU, la tasa de fecundidad adolescente de América Latina era de 66,5 nacimientos por cada 1.000 mujeres adolescentes en el 2015. Por entonces, el promedio mundial era de 46,2 y el peruano estaba en 52,1. En el Endes 2017, el INEI dio cuenta de que el 13,4% de peruanas de entre 15 y 19 años ha estado embarazada.

Y no estamos hablando de un asunto que tenga la misma probabilidad de afectar a todas las mujeres: las madres suelen ser adolescentes en situaciones particulares de vulnerabilidad. Nuevamente según el Endes 2017, el porcentaje de adolescentes alguna vez embarazadas es más alto entre las mujeres que viven en un área rural, entre las mujeres que viven en la selva, las que tienen educación primaria y las que están en el quintil más pobre.

Tenemos entonces que las madres adolescentes son ya personas que tienen una serie de desventajas en términos de oportunidades, de acceso a la educación, de recursos económicos… Un patrón que, como se ha advertido en una muy completa publicación del Banco Mundial sobre maternidad adolescente en América Latina, complica poder medir cuántas de las características que se ven en madres adolescentes son causadas por la maternidad y cuántas, más bien, se explican en sus condiciones de vida.

No está en duda, sin embargo, que la maternidad adolescente tenga efectos negativos. Pensemos solo en uno: la educación. Un informe que analizó la maternidad adolescente en el Perú entre 1986 y el 2014, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, encontró que la deserción escolar de adolescentes por ser madres es un problema gravísimo: el 43% de las adolescentes de entre 15 y 19 años que son madres dejó la escuela por el embarazo. Sin embargo, la causalidad funciona también para el otro lado: “No todas las mujeres adolescentes madres desertan de la escuela a causa de su embarazo, un porcentaje importante de ellas lo hace por falta de recursos para continuar con sus estudios y bajo este contexto es muy probable que el embarazo sea una consecuencia mas no una causa de abandonar la escuela”. Hacer estas distinciones es importante, porque implica que prevenir el también es un asunto de lograr que los jóvenes en general tengan acceso efectivo a la educación, y que sientan que es algo que será importante para su futuro.

Precisamente hablando del futuro de las adolescentes es que entra a tallar la pregunta por la libertad de elección de las mujeres y la maternidad. Vale la pena rescatar esta reflexión del informe arriba citado del Banco Mundial: “No hay una posición normativa de cuándo las mujeres deben tener hijos. Sí hay una posición normativa sobre que esa decisión debería ser tomada dentro de un conjunto de opciones de vida, entre las cuales retardar la maternidad sea una decisión real y posible. Si tener un hijo a los 16 años es la única opción para una chica que quiere tener respeto en su comunidad y/o ganar control sobre su vida, o si es el resultado de la falta de información o un resultado no deseado de tener sexo sin protección, eso es causa de preocupación”.

Mejoremos para eso la educación sexual, el acceso a anticonceptivos y encarguémonos de conseguir que las adolescentes tengan la capacidad de exigirle a su pareja que los use. Y de –realmente– poder decidir no tener sexo si no quieren. Ataquemos también la violencia sexual, y busquemos saber cuántos de esos embarazos provienen de sexo no consensuado. Y discutamos también cómo darles más opciones reales a las mujeres para vivir una vida económica independiente, con educación, y donde la decisión de la maternidad sea realmente libre.