"El esfuerzo anticorrupción no le pertenece a sus protagonistas inmediatos, sean judiciales o políticos, sino a la gran mayoría de peruanos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"El esfuerzo anticorrupción no le pertenece a sus protagonistas inmediatos, sean judiciales o políticos, sino a la gran mayoría de peruanos". (Ilustración: Víctor Aguilar)

el esfuerzo anticorrupción no le pertenece a sus protagonistas inmediatos, sean judiciales o políticos, sino a la gran mayoría de peruanos que queremos creer que esta vez sí será posible obtener resultados y sostenerlos en el tiempo. Por eso, tenemos derecho a exigirles que no lo pongan en riesgo.

El juez Richard Concepción ha terminado disparándose a los pies con declaraciones que ponen en duda su imparcialidad en la causa. ¿Por qué lo hizo? Porque en el calor de una entrevista, en una coyuntura álgida, la posibilidad de expresar algo inadecuado crece como la espuma. ¿No son conscientes de que en el interior de sus instituciones hay muchos que quieren que este proceso se frustre?

Si en su momento la defensa cuestionaba que el juez Concepción coincidiera muchísimo con la visión del fiscal, ahora se ha pasado al otro extremo y se ha escogido a Elizabeth Arias, una jueza que ya ha fallado en el sentido de que una investigación por crimen organizado no califica para Keiko Fujimori; es decir, alguien que cuestiona la esencia misma de la hipótesis fiscal. Ahora que parece que tendrá que inhibirse, cabe preguntarse si no hay en el Poder Judicial otro juez que tenga una posición menos controvertida y que sea creíble para ambas partes.

Otro tema que preocupa es la filtración del acuerdo de colaboración con Odebrecht, que debía estar bajo reserva absoluta, hasta que sea validado por un juez. Es verdad que en las fiscalías y juzgados peruanos se pasan documentos reservados a la prensa todos los días, pero este tenía una importancia capital dado que su difusión anticipada puede poner en riesgo todo lo avanzado en el Caso Lava Jato hasta ahora. Habiendo tan plurales y poderosos intereses en que todo esto se caiga, ¿no cabía tener un sistema de protección de documentos mucho mejor estructurado?

De nuevo en el ámbito de la fiscalía, el equipo especial transmite la impresión de estar exclusivamente concentrado en el Caso Cocteles; uno que, sin despreciar su importancia y los graves delitos que involucraría, no toca todavía el meollo del problema Odebrecht: a saber, las grandes coimas al más alto nivel del Estado, vinculadas a obra pública a lo largo de varios gobiernos nacionales y subnacionales. Ya en la antigua Roma se sabía que “la mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo”. Por eso, así como tenemos información hiperabundante en ese caso, debiera ocurrir lo propio con los otros. Un sentido elemental de equidad y de tino político así lo exige.

Por último, y reconociéndole su valioso liderazgo en la lucha anticorrupción, el presidente Martín Vizcarra debe ser consciente de que sus dichos y omisiones pueden afectar la credibilidad de ese proceso. Dado su rol, si se comenzara a creer que tiene algo que ocultar en su relación con Odebrecht (la corruptora más importante) entraríamos a terreno pantanoso.

Introducir la duda en la opinión pública de que eso pudiera haber ocurrido es el verdadero motivo de la investigación que el Congreso –que cuando le conviene deja pasar elefantes– ha abierto contra su empresa por un contrato de alquiler de maquinaria en la construcción de la carretera Interoceánica Sur hace más de una década, cuando no era funcionario público.

No hay indicios de nada cuestionable en ello. La oportunidad para que lo maltraten la creó el propio presidente al responder con una media verdad a la pregunta de si su empresa había contratado con Odebrecht. Peor aún, al sostener que cuando contrató con Conirsa lo hizo sin saber que era un consorcio liderado por Odebrecht. Con eso armó el enredo que lo ha puesto a la defensiva y que lleva ya a algunos congresistas de conocida irresponsabilidad a deslizar, como quien no quiere la cosa, la idea de la vacancia. No parece que puedan llegar hasta esos extremos, pero sí lo pueden magullar en el camino.

Eso esperan conseguir los que se oponen a las reformas de la justicia. Por ahora la posponen y vacían de contenido, esperando el momento en que cambie el humor ciudadano para impedirlas del todo. En ese cálculo, esterilizadas las judiciales, las reformas políticas que entrarán al partidor después allí quedarían.

Volver a la normalidad es su consigna. Que vanidades y errores absurdos no se lo hagan fácil.