"Cuando Kinsey nos visitó", por Marco Aurelio Denegri
"Cuando Kinsey nos visitó", por Marco Aurelio Denegri

El célebre sexólogo norteamericano Alfred Charles Kinsey estuvo entre nosotros en 1954, dos años antes de su fallecimiento. Había nacido en 1894 y en 1948 y 1953 puso de vuelta y media a todo el mundo al publicar con un grupo de colaboradores sendos informes sobre la vida sexual norteamericana masculina y femenina. Ello bastó para que los desinformados de siempre profirieran la mar de estupideces y los campeones de la moralina las multiplicaran con vehemencia.

El único periodista nuestro que pudo entrevistar a Kinsey fue Manuel Jesús Orbegozo, que al respecto noticia pormenorizadamente en el primer tomo (son dos) de su libro Testigo de su Tiempo, publicado por el Fondo de Cultura Económica. Confieso haberme leído los dos tomos en una semana y media, por el vivo interés que despertaron en mí.

Kinsey vino al Perú con su joven señora que parecía ajena a los intereses sexológicos de su consorte. Lo primero que dijo el famoso científico es que no iba a declarar nada, salvo que había venido al Perú para conocer Machu Picchu.

Orbegozo, periodista de los buenos, muy avisado y advertido, tuvo que urdir, ante la negativa de Kinsey, la siguiente estratagema: entre las tarjetas que guardaba en su saco tenía una del doctor Manuel Cisneros Sánchez, director de La Crónica y prohombre de la política nacional. Orbegozo resolvió hacerse pasar por el doctor Cisneros y en la tarjeta de éste que el periodista tenía escribió en inglés poco más o menos lo que en  versión castellana es como sigue y que figuraba debajo del nombre del titular de la tarjeta:

“Saluda muy atentamente al doctor Alfred Kinsey y esposa y les ruega que lo reciban unos instantes para saludarlos.”

Envió la tarjeta a Kinsey con un propio, que al regresar le dijo al remitente que Kinsey lo recibiría al cabo de diez minutos.

“El mismo doctor Kinsey –refiere Orbegozo– me abrió la puerta de su habitación [en el Country Club] y luego de presentarse y presentarme a su delicada esposa, a quien me pareció que él había hecho levantar de la cama, empezó casi simultáneamente a servir sendos vasos de whisky.”

Kinsey era un bebedor notable, pero Orbegozo no y al cabo de una hora o algo así tuvo que interrumpir la conversación porque estaba medio borracho. Se despidió de su interlocutor y llegó a duras penas a la redacción de La Crónica para escribir lo que a su juicio había sido una turbulenta entrevista. Turbulencia explicable por haber dicho Kinsey, entre otras cosas, que los únicos actos sexuales anormales son aquellos cuya realización es imposible.