¿Hemos aprendido?, por Hugo Guerra
¿Hemos aprendido?, por Hugo Guerra
Hugo Guerra

Este 5 de abril será clave para la democracia peruana porque nos permitirá ver si hemos aprendido las lecciones de la historia, o si seguimos siendo un país de desconcertadas gentes, como decía Piérola.

Mañana todos recordaremos el autogolpe de Estado perpetrado por el autócrata Alberto Fujimori Fujimori. Quienes enfrentamos a la censura y la tropa metida en los periódicos volveremos a sentir la furia que implica la falta de libertad para expresarse, opinar e, inclusive, discrepar en paz. También reexaminaremos el terrible daño perpetrado a la institucionalidad republicana desde el momento en que el hoy anciano y preso mandatario decidió por sí y ante sí “disolver” el Congreso.

Reitero que no creo en una amnistía mansa, porque supondría olvidar todo lo ocurrido, desde la corrupción hasta la tolerancia frente a excesos represivos. Pero no soy partidario del odio y el ensañamiento contra quien contribuyó a la estabilización económica y la derrota del terrorismo; por eso –y solo recuerdo lo ya expresado en este mismo espacio– la sociedad peruana debe tener la capacidad de actuar con realismo, sin abjurar de los principios, para dar vuelta de página al expediente Fujimori enviándolo a prisión domiciliaria de por vida. Cosa que, por ningún motivo, debe beneficiar al asesino Abimael Guzmán y sus esbirros.

A partir de ese osado paso, más político que jurídico, es indispensable subrayar que hoy la candidata presidencial Keiko Sofía Fujimori no es lo mismo que su padre, aunque jamás pueda desligarse por completo de su pesada herencia. Por eso, y aunque no votaré por ella, tiene derecho a participar en la vida democrática, es respetable su esfuerzo por construir un partido, ofrecer una alternativa político-económica e inclusive tentar la presidencia.

Entre tanto, quienes quieran meditar sobre la repercusión del 5 de abril deberían entender que la alternativa de Verónika Mendoza es despreciable. Su propuesta marxistoide –que implica volver al estatismo ramplón, adentrarnos en un socialismo del siglo XXI violento y antidemocrático, como lo demuestra la experiencia venezolana– representa reivindicar a quienes desataron el genocidio en el Perú. 

Por mucho que se esfuerce en disimularlo, Mendoza es aliada ideológica de toda esa morralla comunista de Vanguardia Revolucionaria, el Partido Unificado Mariateguista, el Partido Comunista Peruano y Patria Roja. Además, es enemiga de nuestras Fuerzas Armadas porque solo cree en derechos de los subversivos y, junto a los comerciantes de derechos humanos que la acompañan como equipo “técnico”, apoya la persecución contra soldados y policías que nos devolvieron la paz interna.

Y, aunque lo niegue con torpeza y cinismo, a juzgar por todas las evidencias de correos electrónicos y anotaciones en las agendas del escándalo, la cusqueño-francesa es asimismo cómplice de todo el esquema de soberbia, usurpación del poder constitucional y aparentes actos de corrupción encabezados por su amiga Nadine Heredia, personaje que pronto será juzgado duramente por la historia y los tribunales.