Norma Correa Aste

Hoy se cumple una semana desde la publicación de la normativa del Ministerio de Educación que aprobó el retorno a la presencialidad plena (de lunes a viernes en horario completo) en la educación inicial y básica (RM 186-2022). Entre los principales cambios, se incluyen el levantamiento de las restricciones de aforo y la autorización para el funcionamiento del programa de alimentación escolar Qali Warma en las instituciones educativas, un servicio fundamental para los estudiantes más pobres y vulnerables.

Aunque tardía, esta norma marca un hito importante en un país con uno de los cierres educativos más prolongados del mundo. Finalmente, la educación ha sido liberada de restricciones que no eran aplicadas a ninguna otra actividad económica y social, y que vulneraban el derecho a la educación de millones de niños y adolescentes peruanos. Así, uno de los principales retos que enfrentará el Gobierno en las próximas semanas será el de garantizar la adecuada implementación de esta norma, brindando condiciones para un retorno seguro a clases, como ha recomendado el Consejo Nacional de Educación.

A pesar de estos avances, la educación peruana aún no ha sido reactivada, pues queda pendiente el retorno a clases y actividades presenciales en la (universidades, institutos y academias) a nivel nacional. Durante el 2020, la educación superior demostró un notable liderazgo al implementar de manera oportuna servicios educativos remotos que permitieron que miles de estudiantes continuaran sus programas de estudio. En el 2021 y el 2022, la educación inicial y básica ha liderado el retorno a clases en el Perú. ¿Por qué no ha sucedido lo mismo con la educación superior? Si bien se han realizado avances en la reapertura de campus y dictado de clases presenciales, aún estamos lejos de recuperar la vida universitaria. De acuerdo con el Ministerio de Educación, poco más de la mitad de universidades públicas (28) había reabierto sus campus hasta abril del 2022. Solo cuatro universidades a nivel nacional han retomado clases presenciales al 100% (Barranca, Bagua, Alto Amazonas y Moquegua). Programas formativos que fueron licenciados por Sunedu como presenciales continúan operando bajo esquemas de educación remota de emergencia.

Volver a la presencialidad en la educación superior no es sinónimo de volver al pasado. Desde el 2020, se vienen impulsando avances en transformación digital y desarrollo de programas híbridos que deben protegerse y potenciarse para ampliar oportunidades de especialización e innovación pedagógica. Si bien el enfoque de “retorno gradual a la presencialidad” ha sido útil para responder a un entorno sanitario cambiante, estando ya en mayo del 2022 es necesario escalar el retorno a clases presenciales. Otro aspecto clave es sincerar qué significa educación semipresencial en el contexto de la educación superior peruana (¿cuántas sesiones presenciales requiere un curso para denominarse como tal?). Por otro lado, es clave distinguir las necesidades de estudiantes que están próximos a egresar (que pueden preferir esquemas híbridos para combinar estudios con trabajo) de aquellos que iniciaron su carrera durante el primer año de pandemia o de quienes culminaron la secundaria con las escuelas cerradas, quienes luego de tres años de educación remota no elegida ameritan experimentar una experiencia educativa integral en la que la interacción con docentes y compañeros es fundamental para la calidad de los aprendizajes, bienestar y salud mental.

Las instituciones de educación superior son actores claves para el desarrollo del país, tanto por su labor de formación de capital humano como por la generación de conocimiento. Así como se demandó transparencia a las instituciones de educación básica sobre las condiciones de retorno a clases, es necesario que las instituciones de educación superior le comuniquen a la opinión pública cómo evolucionará el retorno a la presencialidad rumbo al semestre académico 2022-II.

Norma Correa Aste Profesora e investigadora en la Pontificia Universidad Católica del Perú