La democracia en transición, por Felipe Ortiz de Zevallos
La democracia en transición, por Felipe Ortiz de Zevallos
Felipe Ortiz de Zevallos

Con excepción de todos los demás, la democracia es el peor de los sistemas de gobierno. Se le atribuye esta frase a , aunque él no fue así de rotundo. La cita corresponde a un discurso suyo en la Cámara de los Comunes en 1947, cuando era el jefe de la oposición. Acababa de ser derrotado en las ánforas, tras haber liderado a su país a la victoria en la guerra contra el nazismo –al cargo de primer ministro volvió algunos años después–. El párrafo exacto fue: “Muchas formas de gobierno se han probado y se van a probar en este mundo de aflicción y pecado. Nadie pretende que la democracia sea perfecta o sabia. Incluso alguien llegó a decir que es el peor sistema de gobierno, pero con excepción de todos los demás probados”. 

La libertad y la igualdad constituyen los valores supremos de la democracia, aunque una sociedad verdaderamente libertaria e igualitaria corresponde más al mundo de la utopía. Si bien en la antigüedad se ensayó con repúblicas y democracias, no hay que olvidar que en la Atenas de Pericles el 60% de la población era esclava. Fue el concepto de la igualdad ante la ley el que marca el inicio de la sociedad moderna en Occidente. Y la pluralidad –de ideas, identidades, partidos– constituye su consecuencia natural. En dicho contexto, el gobierno de una mayoría que respeta los derechos legítimos de las minorías constituye la mejor definición de una democracia a plenitud.

A fines de la Segunda Guerra Mundial, eran Inglaterra, Francia y Estados Unidos las democracias paradigmáticas. Le hubiese sorprendido a Churchill saber que, en el ránking de institucionalidad democrática que “The Economist” actualiza anualmente, el Reino Unido ha quedado relegado detrás de Nueva Zelanda, Canadá, Australia e Irlanda; así como que Alemania y Japón califican hoy como democracias mejor institucionalizadas que las de Estados Unidos y Francia. En este índice, los países escandinavos resultan los que han logrado instituir mejores democracias. El mundo cambia y evoluciona, y hay que estar siempre listos para adaptarse.

Si hace medio siglo la velocidad constituía una cualidad más relacionada con atletas en competencia, hoy constituye un requerimiento esencial para múltiples actividades e instituciones. Muchas cosas suelen requerirse para ayer. Sin embargo, los instrumentos de la democracia fueron tradicionalmente diseñados cuando había bastante más tiempo para todo, tanto para el debate como para la toma de decisiones políticas. Esta creciente velocidad –tan requerida en el siglo XXI–, resulta un obstáculo adicional para el diálogo entre el presente, el pasado y el futuro, condición fundamental para la continuidad de una democracia eficaz.

De otro lado, aparatos como el teléfono inteligente han empoderado mucho al individuo. Si décadas atrás, en sociedades más simples, clasistas y estáticas, era natural la disposición para agruparse con pares y buscar una representación política, hoy cualquiera puede enviar un tuit o un video con un mensaje sugestivo, aspirando a que se multiplique exponencialmente. Los partidos políticos fueron el vehículo natural de la representación democrática; hoy, no pocos creen que es posible prescindir de ellos, ya que se considera que la participación en los mismos tiene un alto costo de oportunidad. Por ello es que su membresía ha disminuido en todo el mundo.

Actualmente, los partidos no debieran enfatizar tanto su función de representación, requerida cada vez menos, pero sí insistir en lo esenciales que resultan para la afirmación democrática. Para ello, no debieran sumar muchos y contar, cada uno, con una estructura interna menos centrada en cargos como la secretaría de ideología o de disciplina, y más en web masters y coordinadores de capacitación, capaces de despertar el interés genuino de aquellos jóvenes interesados en una carrera pública a través del diálogo, la capacitación, el debate, y la formulación de planteamientos realistas para la atención de problemas específicos. En la web existen gratis cursos conceptuales como Filosofía Moral de la Política, Retos Mundiales Contemporáneos, etc., dictados por profesores de las mejores universidades del mundo, que podrían formar un plan mínimo de capacitación para los futuros líderes de cualquier partido.

La nueva tecnología puede contribuir mucho a facilitar la participación ciudadana y a mejorar la transparencia gubernamental. El Senado del estado de Nueva York, por ejemplo, acaba de lanzar su nueva página web bastante potente que, entre otros avances, le permite a cualquier ciudadano escribir a su senador, informarse sobre el estado de cada proyecto legislativo en curso y opinar a favor o en contra de ellos. ¿Por qué no podría hacerse lo mismo en cada cuerpo de gobierno colegiado? 

La democracia como sistema se encuentra hoy jaqueada por más de un frente. China enfrenta su gradual desaceleración económica con un ajuste retro en su tuerca política. Europa y Estados Unidos revelan disfuncionalidades graves en sus sistemas políticos. No resulta tan fácil identificar buenas prácticas a emular (que las hay). Y nuestros partidos políticos requieren de una reestructuración integral que mejore la cultura política y estimule la participación ciudadana.