Jaime de Althaus

Gilberto Hume, en reciente , formula una observación muy aguda. Ante la pregunta de cuánto de reconciliación hubo a 20 años del informe de la , responde: “No hubo reconciliación. Quienes debíamos reconciliarnos somos los que vencimos a , principalmente los militares y policías, pero también los defensores de los derechos humanos que hicieron ver los errores y permitieron que se fuera construyendo una teoría para la guerra antisubversiva. Vencieron los dos, pero la CVR no logró la reconciliación de ambos bandos que hoy se expresan en varias vertientes, como por ejemplo fujimorismo y antifujimorismo”.

Es exacto, aunque hay que señalar que la principal organización de derechos humanos, Aprodeh, estaba vinculada al Partido Unificado Mariateguista (PUM), que tenía ambigüedad respecto de Sendero: no condenaba la lucha armada sino la oportunidad, considerando que no estaban dadas las condiciones.

Creo que el informe de la CVR no ayudó a la reconciliación entre esas dos partes, sino que, por el contrario, contribuyó a que la división se ahondara en la polarización fujimorismo-antifujimorismo, debido, principalmente, a que no encomió ni resaltó el valor de la estrategia que finalmente derrotó a Sendero Luminoso y al . Una estrategia inteligente que recogía no solo aspectos de un nuevo manual elaborado por las FF.AA. en 1989, sino propuestas y demandas de analistas, especialistas y de organizaciones de derechos humanos: que tenía que haber una conducción política de la guerra, que el presidente de la República debía asumir el liderazgo, que había que aliarse con las comunidades en lugar de considerarlas sospechosas y arrasarlas, que había que fortalecer la inteligencia policial.

Todo eso se hizo a partir de 1990, y fue lo que derrotó al terrorismo, no el . Pero ni siquiera tenemos una fecha celebratoria. La CVR no le dio el reconocimiento justo a esa estrategia debido a que quien la condujo fue , quien había caído en el descrédito de haber huido del país luego de descubrirse los y de haber pretendido perpetuarse en el poder controlando instituciones. Allí se gestó su demonización como violador de derechos humanos y su condena a 25 años de cárcel sin pruebas, por medio del silogismo de la autoría mediata.

Un reconocimiento justo al valor de la estrategia victoriosa no solo habría permitido encontrar un terreno común de acuerdo y reconciliación entre las dos partes que menciona Hume, porque la estrategia reunía todos los aportes, sino que le hubiera permitido al Perú, un país con escasas realizaciones colectivas, capitalizar para el orgullo y el acervo nacional haber sido el único país de América Latina capaz de derrotar a la subversión más cruel y sanguinaria con una estrategia socialmente inteligente, porque para ser exitosa tuvo que superar la distancia étnica entre el Estado criollo y los comuneros andinos, por medio de una alianza horizontal entre ellos. Es decir, tuvo que soldar la fractura colonial, redimiendo en alguna medida los horrores y matanzas de la década anterior.

Si el Perú hubiera reconocido el valor de una estrategia que alió de manera exitosa a nuestros dos países, hubiera podido seguir cultivando ese encuentro para avanzar en la construcción de su integración social y cultural. Para comenzar, habría efectivizado un reconocimiento al pueblo andino por su contribución y heroicidad en defensa del Estado y la democracia con una fecha de conmemoración de la victoria campesina sobre Sendero y volcando a las comunidades programas de desarrollo productivo y servicios públicos. Ya se habría resuelto el problema de los mineros informales, que son comuneros. Pero no ha habido reconocimiento alguno. Para el informe de la CVR, criollo al fin, el campesino andino fue principalmente víctima y no héroe en la derrota de Sendero. Y la distancia se ha vuelto a ampliar, al punto de haber producido a .

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Jaime de Althaus es analista político