"Como explican muy bien Darrell Bricker y John Ibbitson en su provocador libro 'Planeta vacío', 'en tres décadas, la población global empezará a disminuir. No nos enfrentamos al desafío de una bomba demográfica sino a un colapso… del rebaño humano'". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Como explican muy bien Darrell Bricker y John Ibbitson en su provocador libro 'Planeta vacío', 'en tres décadas, la población global empezará a disminuir. No nos enfrentamos al desafío de una bomba demográfica sino a un colapso… del rebaño humano'". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Torres

Micaela Villegas tuvo diez hermanos, cuenta Alonso Cueto en su estupenda novela histórica “La Perricholi”. Cuando llegó el virrey Manuel Amat y León al Perú y quedó prendado de ella, Lima era una ciudad de 30 mil habitantes. Hace 250 años, la mayor parte de la población del Perú y el mundo vivía en el campo. La población del planeta no llegaba a los mil millones de habitantes.

La tendencia de las familias a tener muchos hijos se prolongó hasta bien avanzado el siglo XX. En 1961, el promedio de hijos por mujer en el Perú era de siete. Y en 1972 apenas había disminuido a 6,1. Para entonces, Lima ya superaba los 5 millones de habitantes y el planeta los 5 mil millones. Parecían confirmarse las teorías de Thomas Malthus, quien preveía una catástrofe mundial ante el crecimiento geométrico de la población. China, que crecía también exponencialmente, introdujo por eso la política del hijo único forzoso en la década de los setenta.

Hoy, el mundo va en la dirección opuesta. Como explican muy bien Darrell Bricker y John Ibbitson en su provocador libro “Planeta vacío”, “en tres décadas, la población global empezará a disminuir. No nos enfrentamos al desafío de una bomba demográfica sino a un colapso… del rebaño humano”. Su tesis es que no han sido tanto las políticas de control de natalidad las que han generado el cambio, sino la urbanización y el empoderamiento de la mujer. Con la migración del campo a la ciudad, los hijos dejaron de verse como recurso para convertirse en un costo. Con la educación y el acceso al trabajo de la mujer, se retrasó el matrimonio y se puso un límite al número de hijos que la familia podía criar. Como lo puede confirmar cualquiera con la historia de su familia, hoy las mujeres se casan mucho más tarde y tienen muchos menos hijos que sus abuelas.

El fenómeno es global. Algunos de los países que más están sufriendo este cambio demográfico son China y Japón. En China ya no rige la política del hijo único, pero el número de hijos por mujer no se ha recuperado; es de apenas 1,6. En Japón, la tasa es aun menor: 1,4. El resultado es que ambos pueblos vienen envejeciendo aceleradamente. En 1960, la edad mediana de China era de 21 años, hoy es de 38. Se calcula que en el 2050 bordeará los 50 años. En el caso de Japón, el declive de su población ya empezó. Se estima que se reducirá en 25% en los próximos 35 años.

En Estados Unidos y Europa, las tasas de natalidad también se han desplomado. Se requieren 2,1 hijos por mujer para sostener la población. En la mayor parte de los países avanzados, esta tasa ya es inferior a 2. En España, por ejemplo, ha descendido a 1,3 y la edad media para tener el primer hijo ha subido a 32 años, la más alta de su historia. Si España y otros países europeos no están disminuyendo su población, es gracias a la inmigración.

Históricamente, la inmigración ha tenido un impacto muy favorable, tanto en innovación como en crecimiento económico. Bricker e Ibbitson destacan en su libro que la mayoría de los premios Nobel otorgados en los últimos años a norteamericanos han sido ganados por inmigrantes. Sin embargo, observan que “el remolino receloso, nativista, del America First de los últimos años amenaza… con cerrar el grifo de la inmigración que hizo grande a Norteamérica”. Lo contrario ocurre en Canadá. Con una política explícita de atraer inmigrantes calificados, Canadá se está consolidando como una sociedad próspera, políglota y multicultural. Los especialistas coinciden en que, gracias a su apertura, Canadá es uno de los países con mejores perspectivas en el mediano plazo.

El Perú fue durante varias décadas un país de emigrantes. El populismo económico y la violencia terrorista expulsaron del país a tres millones de peruanos. La mayoría no volvió cuando la situación mejoró. Del mismo modo, hoy el populismo económico y la violencia han llevado a más de cuatro millones de venezolanos a dejar su país. De ellos, cerca de 800 mil han llegado al Perú. Siendo realistas, la mayoría no volverá a su país.

Según ha podido detectar Ipsos, la actitud de los peruanos hacia los venezolanos hoy es ambivalente. Por un lado, 67% declara tener una opinión desfavorable de los inmigrantes venezolanos. Como ocurre con los peruanos en otros lares, se los acusa injustamente de delincuentes. Sin embargo, cuando se pregunta por los venezolanos con los que ha interactuado personalmente en los últimos tres meses, la actitud cambia totalmente: 79% declara que tiene una opinión favorable de ellos.

No es fácil administrar el enorme flujo de refugiados venezolanos que ha generado el funesto régimen de Chávez y Maduro. Es verdad que compiten por empleos, pero también que aportan a los ingresos de otros peruanos al gastar en alimentos, vivienda, vestido, transporte. Sin embargo, dado su buen nivel educativo, su contribución potencial es aun mayor. El Perú debería hacer el mayor esfuerzo para aprovechar ese potencial y facilitar su integración, no solo por solidaridad fraternal sino en beneficio del futuro del país.

*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.